Cuando se es precavido y no sirve para nada
Eugenio Barragán [@] [www]

 

Pijama corto de verano, ventana abierta de par en par para mitigar el calor, una botella de agua, un reloj despertador digital; y para mañana una buena dosis de tranquilidad, don de gentes y una buena comunicación que me proporcionará un sueño reparador. Si es todo lo necesario para realizar mañana una excelente entrevista de trabajo.
Repaso mentalmente todo. Dudo. Será mejor que saque del cajón mi otro y fiel despertador. Hombre prevenido vale por dos y nunca se sabe lo que puede pasar: si un fallo de corriente eléctrica, una avería o cualquier cosa.
Le doy cuerda y sus saetas vuelven a medir el paso del insidioso tiempo. Lo coloco al lado del despertador digital, apago la luz y antes de ponerme a roncar miro extasiado el conjunto. La luminiscencia verde de uno y los rojos dígitos cambiantes del otro.

Y yo durmiendo, y el drama estalló sobre la mesita de noche, entre ceniceros repletos de colillas, de mecheros, de bolígrafos y mil artilugios inútiles.
- ¿Intentas hipnotizarme?- Preguntó el viejo reloj con voz altiva.
- No. Y tú, pretendes que me duelan mis circuitos integrados con tu monótono: "tic,  tac"- Respondió el adversario con indiferencia.
- Mira vamos a llevarnos bien. Los dos tenemos nuestras funciones que además compartimos. Vale jovencito.
- Si vamos a llevarnos bien. Además a ti te volverá a dejar en el cajón hasta que vuelvas a dormir el sueño del olvido. Vale viejo.
- Mira yo durante años le he prestado el mejor de mis servicios. Pedazo de linterna roja.

Todos los adornos de la habitación realizaban las correspondientes apuestas:
Los libros apostaron por el viejo amparados en la sabiduría de la veteranía.
El ordenador y la impresora apostaron por el joven imbuidos en la modernidad digital. Con toda la algarabía, el cuadro ladeado que presidía la pared pidió silencio para poder seguir escuchando la disputa.

-... Le habrás prestado su servicio, pero, bastante deficiente. Sino no te dejaría encerrado en el cajón. O es que no te has dado cuenta aún de que ya atrasas dos minutos. Mira como centellena los minutos en mí, y los alegres que están. Carca que eres un carca de mierda.

Al oír estas palabras el despertador de cuerda abrió su visera de cristal y amenazó al reloj digital con sus afiladas saetas. Éste se apartó y reculó hacia atrás.

Los  diferentes artilugios se separaron y les dejaron sitio a los dos combatientes. La cadena de música radiaba la pelea.

Otra embestida, pero el moderno reloj no pudo esquivar la manecilla de las agujas pequeñas. El plástico protector se agrietó, pero ahora de los dígitos se dibujaba una sonrisa. El viejo despertador siguió asaeteando hasta que una parte metálica rozó las entrañas del destripado reloj digital y quedó inmóvil por la terrible descarga eléctrica.

Sonó la cuenta atrás, y la cadena de música emitió su veredicto: Combate nulo.

"Esto si que es mala suerte, dos despertadores. Uno parado, y eso que le di cuerda, y el otro destrozado por una sobrecarga de corriente. Y lo más grave, sin entrevista de trabajo."

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