En ninguna parte
Beberly [@] [www]

 

De repente me encontré en un pequeño habitáculo, nada a mi alrededor... sólo yo. Las paredes lisas, de un color gris oscuro, no me decían nada... ¡Luz!... Por una claraboya, entraban tímidos, unos cuantos rayos de sol desperdigados. El silencio era atronador. El latido de mi corazón parecía estar amplificado y mi respiración era tan agitada como las olas de un mar bravío. Empecé a tocar las paredes, queriendo encontrar la salida, pero no había salida. De como llegué allí nada puedo decir, pues no lo recuerdo. Me acurruqué en una esquina con la cabeza sobre mis piernas, que a su vez eran recogidas por mis brazos y permanecían pegadas a mi cuerpo. Mis pensamientos, sin orden y sin concierto, empezaron a vagar por mi mente y en un preciso momento, creo que incluso, una lágrima rodó por mi mejilla. Preguntarme cómo, por qué y quien me había llevado allí, eran preguntas que me golpeaban sin cesar. Pero no había respuestas. No sé cuanto tiempo pasó, pero el sol dejó de entrar y se hizo la oscuridad. La penumbra invadió todo mi ser y me sentí aun más sola. Creo que me desvanecí, o que soñé... No puedo matizar; los sentidos estaban confundidos. Una tenue luz empezó a entrar... El sol volvía a despertar y yo me sorprendí a mi misma, en la postura, que no sé cuanto tiempo hacía, había adoptado. Empecé a sentir hambre... Y sed... ¿Cuanto tiempo llevaría sin alimentarme?, tampoco lo recordaba... No sentía las piernas e intenté moverme, descubriendo un alarmante dolor en todo mi cuerpo. Debí de estar mucho tiempo sin moverme y ahora casi no podía hacerlo. Al final, me puse en pie a pesar de la resistencia que mi cuerpo ofrecía. Di un giro completo sobre mí, intentando ver algo nuevo, que antes no hubiera visto... Pero fue inútil... No había nada... Las mismas paredes grises... Y los mismos rayos del sol. Y mi mente empezó a gritar, mas de mi garganta no salió ni un solo gemido. Me llevé las manos al cuello, en un intento de reconocer si la estructura estaba dañada. Sentí mis manos frías y temblorosas y las miré... Tenían la piel seca y agrietada... ¿Qué estaba pasando? ¿Qué había pasado? Un vahído me hizo caer... Y no quise volver a levantarme. El suelo estaba frío... Cerré los ojos y sentí desbordarse un puñado de lágrimas que acabaron mojando mis labios... Bebí mis lágrimas, saladas como el agua del mar, y la imagen de una playa, con un mar sereno, se dibujó en mi mente. Era el primer pensamiento ordenado que pasaba por mi cabeza, ¡insultante!... Por encontrarme en una situación tan contraria. Aquel pensamiento, me dio alientos y quise esforzarme por recordar algo... El dolor que se produjo en mi cabeza fue inenarrable... y sin saber como, me oí en un grito desesperado de rabia y dolor. Y me vi sujentandome la cabeza por miedo a perderla. Cuál sería mi sorpresa, cuando mis manos, pudieron sentir la piel lisa... ¡Mis cabellos! ¡Mis cabellos! Mis manos parecieron enloquecer, queriendo encontrar aquel cabello largo y espeso que siempre había poseido. Ahora, mis ojos, desorbitados, parecían querer salir de sus cuencas. Solo podía expresarme así, y el fino hilo que separaba la cordura de la locura, amenazaba con romperse. Mas en medio de tal caos, se impuso la cordura y me vi serena, tranquila, quieta... En un gesto de abandono total, me despojé de mis vestiduras y quedé totalmente desnuda. Mi cuerpo estaba delgado, antes no era así. Me tumbé en el suelo y con los brazos en cruz, dejé que aquellos tímidos rayos de sol, tocaran mi piel. Cerré los ojos... Me sentía observada. Y con miedo, mucho miedo, los abrí lentamente. Las paredes habían desaparecido y el cielo se me entregaba en su totalidad. Me incorporé, atónita, desconcertada... Mis manos, veloces, corrieron a mi cabeza. ¡Mi pelo!... ¡Había vuelto! Me miré. Estaba vestida. Miré a mi alrededor y no pude dar crédito a lo que veía. Un mar, en calma total, movía sus olas despacio, hasta que reposaban en la fina arena de la playa. El sol clavaba sus rayos en mí hasta quemarme... Y por un momento, no supe cuál era mi realidad...

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