El error
Longoni [@] [www]

Estoy solo. Las imponentes catedrales ya no están. Guardo en mi memoria infinita mis obras y las obras de mis obras mientras la tierra continúa girando sobre su órbita implacable en ridícula rutina. Envuelta en una gigantesca nube de vapores y polvo, la tierra prosigue su derrotero sin sentido. No alberga nada: ni pájaros, ni flores, ni majestuosas cumbres. No alberga nada, salvo soledad y silencio.

No. No estoy conforme. Me maldigo por el error, ese pequeño y único error que echó a perdelo todo. Y ha sido por soberbia. Mucho me acuso, en esta eternidad que es mi castigo, de haber caído en este pecado ignominoso y no tengo siquiera dios ante quien reclinarme y suplicar perdón. Es el infierno, el atormentador infierno al que me somete mi conciencia.

Yo no podía ignorar el final, este final de tierra vacía y solitaria. ¿No fue acaso Adán y su pareja quienes desdeñaron el Paraíso?. ¿Acaso no les fue dada toda maravilla, todo árbol deseable y con sus frutos buenos para comer y deleitarse, toda bestia de campo y toda ave que poblara los cielos?. Y hasta la luz, la oscuridad, la lluvia, el viento y un río inmaculado con sus cuatro vertientes para regar el huerto le fue dado para que su felicidad fuera, por los siglos de los siglos, sin mengua.

Fueron días de ardua y laboriosa tarea, días de magnífica inspiración y voluntad de vida. Sé que una inconmensurable esperanza me movió a realizar la obra, punto por punto, detalle por detalle, todo amorosamente pensado y calculado hasta los límites de la suprema armonía. ¡Qué gozo ver la alegría de las aguas deslizarse en su cauce!. ¡Qué gozo aquella luz alzándose como un coro de ángeles recién amanecidos!. Y allá los infinitos verdes, el sediento amarillo, los rojos exhultantes y los tiernos azules trenzándose en esa perfecta y singular algarabía, en ese constante hacer más vida de la vida, me henchían el espíritu de un genuino disfrute.

No sin fatigas le di al ruiseñor su canto y a la rosa su forma y su perfume, a las aguas su ritmo majestuoso para que murmuraran en todas las orillas mi nombre eternamente. Y todo, todo fue creado desde el esfuerzo y la ilusión unió su voz y su silencio en un himno de gracias.

Pero me perdió la soberbia. Quise más, aún más de lo que ya había sido obrado por mí mismo. Quise un ser, un exclusivo ser que alabara mis obras, que se postrara ante mi presencia con devoción, que me adorara en inmensas catedrales y que fuera mi testigo para siempre, la memoria de mi propia memoria.

Eso quise, y en el sexto día, extenuado y feliz de ver mi obra plena de aliento y animada, le di la vida a Adán, tan perfecto y hermoso como los ruiseñores y las rosas pero con la clara conciencia de que yo era el padre, el que lo trajo al mundo y lo incluyó en obra inigualada. Entonces traje a Eva, lirio dulce y humano, para perpetuar su alegría y la gloria de su propia simiente.

Eso hice y descansé por fin gozoso y satisfecho de ver toda mi obra tan única y perfecta.

Hoy estoy solo. La tierra es una mole gris, inerte y desolada, que rota con absurda pertinacia. Alguien, uno, algunos, todos, ya no importa, destruyeron mi obra poco a poco, un día tras un día. Algún botón o varios, alguna voluntad, muchas o todas, produjo este final. Adán, tu nombre es Nada. Los hijos de tus hijos son fruto de mi error, de mi soberbia.

Demasiado cansado y abatido como para empezar de nuevo, como para volver a forjar desde un principio al ruiseñor, la rosa y la pantera, hacer cantar los ríos y los mares, hacer brillar arenas y verdecer los robles, estampar las llanuras y elevar las montañas.

Demasiado cansado. Pero soy Dios, y Dios nunca renuncia. Menos aún cuando he quedado en deuda con los cormoranes y los tilos, con las sumisas y etéreas azucenas, con las piedras, los lobos, los lagartos, la espuma de las olas, la lluvia y las hormigas. Por eso volveré y paso a paso, con idéntico amor, con igual alegría, en otros siete días reconstruiré mi obra. Pero en esta ocasión, el hombre estará ausente.

(Este cuento fue premiado en 1998 por el Gobierno de la provincia de Salta, Secretaría de Cultura y Casa de Salta)

 

 

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