De bombines y facturas
Miki Lozano [@] [ProjectKoden]

En una apartada casa , a las afueras de un tumultuosa ciudad , nació un buen dia una carialegre niñita , con tiempo y miles papillas creció un poquito y hasta el momento , sigue despreocupadamente viviendo allí.

Sus hacendosos padres la llamaban Ari , era el diminutivo de Arianne . Desde luego demasiado glamouroso , para una niña cuya mayor diversión era ladrar energicamente a los gatos y maullar estrepitosamente a los perros; cuando al fin conseguía asustarlos con su fiera demostración de potentes gruñidos se descosía en francas y risueñas carcajadas como solo una niña de casi 4 años sabe hacer.

Inconscientemente , como suele pasar a menudo , sus queridos progenitores habían depositado todos sus sueños y anhelos en su hija , que por tener no tenía más que sus humildes padres , pero eso si , muchísimos años en blanco para representar una vida coloreada de satisfacción e intensa felicidad . Su padre y madre sólo ansiaban un futuro color de rosa para Ari , para asi poder embelesarse con brillantes pinceldas rosáceas que nunca tuvieron en su monótono y tétrico gris de cadena de montaje en serie.

Justo delante de la puerta principal de la casa de ella estaba el verde buzón de plástico . Un día , Ari tuvo una idea y ni corta ni perezosa , con sus témperas y unos pedacitos de papel de colores , transformó el utilitario verde buzón de plástico en un gracioso marcianito verdoso de tres pares de ojos multicolores , nariz y orejas atrompetadas , unas finas antenas que se mecían con el son de la brisa y una gran y ancha boca , que era la cavidad por donde se introducen las cartas recibidas . Todas las mañanas antes de irse al cole saludaba a su marcianito y el la saludaba escueta pero eficazmente dándole las cartas que hubieran llegado y los buenos dias.

Aun no sabia leer y a veces , le preguntaba a su papá que era lo que significaban esas letras , dibujos feos y pequeñitos que ocupaban pequeñas partes del , para ella , gran trozo de papel ; "Carta de tu tía Olga" a secas , contestaba su padre muy rara vez y casi siempre respondía mascullando entre dientes "Facturas , bancos , ¡ arghh ! , cosas muy aburridas sólo de mayores , cariño". No conocía a su tía Olga pero si la había visto en fotos antiguas y las que solía enviar conjunta con sus esporádicas cartas . Siempre había unos edificios grandes y bonitos detras de ella , frecuentemente gente de piedra o sitios con muchas flores , animales y agua , mucha agua . Sus padres nunca hablaban bien de ella , ridiculizaban su pelo , sus maneras y su manera de vestir . Sin embargo a Ari le encantaban su pelo arcoiris , con esos tirabuzones púrpuras y rojizos cayendole hasta las cejas , las divertidas muecas con los ojos vueltos y la lengua sacada tocándose la punta de la nariz y sobre todo , sus zapatos de cada color , las medias a rayas horizontales , la falda con retales de otras prendas , y los jerseys de mangas tan anchas que bien pudiera cobijarse dentro de ellas una pequeña personita como era Ari.

Las cartas de facturas eran tantas y las recibían tan a menudo , que el pobre marcianito ya las aborrecía por estar hechas a maquina y tener que tragar tantas por culpa de la mano cebadora del indiferente cartero . Pero a cambio de aguantar aquel suplicio , le llegaba de mes en mes un manjar hecho mano , artesanal , deliciosa y adornada con sellos de paises tan lejanos que si andaras tres días seguidos sin parar , no llegarías siquiera al mas cercano de ellos.

Una mañana una carta-factura , pegada a la mano de un hombre con bombín , pegó a la puerta y habló durante un tiempo exasperantemente largo con el padre de Ari , sólo cinco minutos , en un tono de voz monocorde , como si hubiera dicho lo mismo día tras día de su vida . El malhumorado papá cerró la puerta bruscamente en la bulbosa nariz del hombre del bombín , se escucho un ¡ay! pero el hombre aguanto estoicamente , no se movió y siguió esperando en la puerta . Al día siguiente otro hombre con bombín repitió la operación , esta vez enseñó una tarjeta y se repitió la misma situación , otro portazo , ¡ay! y ahora había dos hombres con bombín . Un día después , otro hombre , esta vez con frac y el sempiterno bombín , una corta e insultante parla , un típico ¡ay! y ya eran tres hombres con bombín . Ari empezó a interesarse por ellos , primero con ojos inquisidores y pícaros , luego con burla y al final los consideró compañeros de juego . A la mañana siguiente llegó otro hombre con bombín adherido a otra voluminosa factura con números grandes , legibles y rojos , luego un ¡ay! y estaban cuatro hombres-bombín en el correillo de juegos particular de Ari .

Pasaban los días y otros hombres con bombín se quedaban en la puerta con la nariz dolorida y una inconmensurable paciencia . Cinco , seis , siete , ocho ... ¡quince! una quincena de compañeros de juegos , Ari nunca habia tenido muchos juguetes , a decir verdad , solo un oso de peluche , ahora tuerto y cojo de una pierna y para remendarlo como se le ocurrió meter un caramelo de toffee bien relamido para dejarlo redondo y poder dejarlo en la cuenca de gomaespuma y una alcachofa coloreada como pata de palo de este osito maltratado por niñas muy inquietas y curiosas . Las otras tenían a sus flamantes Barbies , altas , rubias , esbeltas y paradigma de la mujer perfecta . Ella tenía a sus hombres-bombín , bajos , casi enanos algunos , calvos , casposos seborreicos , hasta canosos con pelillos blancos en las orejas , rechonchos y abultados en el vientre por elásticos y gruesos michelines y ella dudaba mucho que cualquier hombre normal aspirara a ser alguna vez en su vida todo un hombre con bombín . A pesar de todo les caían bien .

Les hacia cosquillas en las orejas con el plumero para ver si reían estos hieráticos personajes , saltaba sobre sus voluminosas panzas para tocar el techo del descansillo , les tiraba del bigote para hacerles poner muecas que nunca en su vida había visto en nadie que tuviera mas de siete juiciosos años y le gustaba muchísimo apagar las luces del pasillo y soplarles detras de la nuca para que tuvieran escalofríos y se asustaran como bebés ante los aspavientos de los pintarrajeados payasos del circo ¡ y algunos salían corriendo escaleras abajo! Se había acostumbrado a ellos y ya no quería que se marchasen nunca , eran realmente divertidos .

Un día cualquiera el marcianito recibió una carta muy especial , todo un delicatessen para él , era de su tia Olga . No la leyó , no sabía como hacerlo . Asi que se la dió a su ultimamente siempre encolerizado padre . Se le pusieron los ojos como platos y soltó un gritito apagado de alegría contenida , no lo comprendía siempre le cayó bastante mal la estrafalaria tita Olga .

A la mañana siguiente Ari no paró de hacer pucheros con sus angelicales ojos vidriados por las lágrimas , sollozó y se enjugó los cristalitos acuosos que se derramaban de sus tristes ojos . No se explicaba lo que había pasado . Los hombres-bombín se habían marchado . Alguien había pagado todas las facturas .

 

 

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