Soledad
Mat, el infame [@] [www]

Tenemos una posibilidad de salvarnos, dijo la hormiga más decidida al resto de la hilera acojonada ante la presencia del futuro inmediato en forma de oso hormiguero. Pero... ¿cómo, cómo?, gritaron todas ellas a coro, todas, menos una, para averiguar nerviosamente qué camino seguir en pos de la salvación y el reposo absolutos. Y el oso, impávido con su trompa amenazante a pocos metros del agujero, olisqueaba el aire como si ya se alimentase de nutritivas golosinas asustadas, ajeno.

Menosuna, la hormiguita que no gritó, siempre había pensado que era un ser demasiado insignificante, pese a estar vivo: ¡tantos insectos estamos ¡. Y ella, tan chiquita en medio del Universo, que nadie la echaría de menos ya fuera muerta o engullida por ese terrible destino estomacal del enorme monstruo. Así que no hizo nada, quedóse quieta en medio del caminito, contemplando impasible cómo huían todas guiadas por la ciega pericia de Masdecidida, hacia donde creyeron que se hallaba la tranquilidad o el amparo : un refugio temporal de otro insecto no apetecible por el abominable oso deglutidor.

Vamos, Menosuna, le animaba Masdecidida, que en un tris estaremos lejos de la infernal trompa del monstruo, le daremos esquinazo y respiraremos contentas ¡. Infelices, las muy ilusas se encaminaron hacia su fatal destino, pues el pavoroso oso captó el movimiento en masa y hacia la masa se dirigió, dando en breves chupadas cuenta de la totalidad de las hormigas y abortando sus ansias de escapatoria. De todas menos de una, nuestra amiguita Menosuna, que salvó las antenas gracias a sus ideas nihilistas, a un existencialismo poco común entre los insectos.

Todo cuanto acontece después de la natural masacre no es asunto mío, así que dejo para los pequeños lectores crecer la imaginación, lo mismo que espero que la soledad en que debe leerse este pequeño cuento halla lucubrado infinitos y ricos elementos de creación íntima y recogida en breves espacios evanescentes.

 

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