...o de cómo el Ogro y la Mentira conversaron al ritmo de sabrosos ditirambos

Una mañana soleada El Ogro y la Mentira se juntaron para jugar a la sombra del Abedul más grande que había en el Jardín de D. Pierre Menard.

Lo cierto es que era media tarde, el abedul no daba casi sombra, y el jardín era el apartado que Juan Dahlman tenía reservado en los predios de Menard, pero qué quieren, es lo que hay. La mentira contó mentiras, y el ogro dio sustos que no asustaban a nadie, así que al poco de empezar a jugar, se hartaron del juego y decidieron levantar una torre como no hubiera otra en ningún lugar.

- Construiremos una torre - dijo el Ogro- de un material que no se conozca. La haremos de risas, de sustos, de amores muy muy románticos, de miradas esquivas, de abrazos, de carreras con el corazón acelerado, de miradas de reojo a los relojes parados, de claqueteo de dientes, de besos con las pestañas y de nubecitas sobre la cabeza

- Entonces -repuso la mentira- esa torre la tenemos que hacer de palabras.

- ¿De palabras?

- De palabras ajenas, y la llamaremos "la torre de risassustosamoresmuyrománticosmiradasesquivas-abrazoscarreras con el corazónacelerado, miradasdereojoalosrelojesclaqueteodientes y besosconlaspestañas-nubecitassobrelacabeza."

- La llamaremos "bAbel"

- Tampoco está mal...