Entregándome a manos llenas
Francesc Predragosa [@] [www]

Ansiosa por encontrarle sentido a cuestiones un tanto peliagudas, me puse a vagar por las calles del barrio, cual Artemisa en busca de un herbolario donde recalar mis marchitas hojas. Andaba como en trance, dejándome llevar. Era yo, como un cuerpo en estado sólido, al que su parte de espíritu había abandonado momentáneamente dejándolo vacío, y a su libre albedrío. En mi mente palpitaban conceptos puramente existenciales, que como tigres de bengala me iban clavando sus afiladas  garras en  algún lugar remoto del alma , y no me dejaban en paz. Quería huir de los recuerdos al mismo tiempo que deseaba cobrarme una parte de ellos con intereses de demora. Paseando por las largas calles de aquellas urbanizaciones "adosadas", me vino a la memoria el porqué no estaba en otro lugar. Mis familiares más allegados se encontraban haciendo los honores en el funeral de mi difunto tío abuelo Romualdo. El mismo que quiso imponerme sus rígidas normas de hijo de puta. Las mismas que inculcó, con más suerte que a mi, a mi madre y a mis tías, las mismas que mis tías querían trasmitirme a mi, las mismas que yo no quería que me trasmitieran ni loca. Así que, preferí darme una vuelta antes que asistir al funeral y tener que cantar aleluyas a la gloria de aquel hipócrita de doble moral. Tal vez buscaba olvidar, o tal vez quería hacerle un entierro a mi manera a aquel parásito devoto de la virgen María y del niño Jesús. Aunque el muy hipócrita, de estraperlo, no se hubiera privado de llevar una vida contraria a su moral cristiana, , aún a espaldas de toda la familia, y en mi perjuicio, porque.....

Con aquel cabrón perdí mi virginidad. Fue un acto del todo execrable e inmoral, pero no desde el punto de vista de su moral de apestoso beato, sino más hiriente, más profundo. Fue el abuso que aquel vejestorio hizo de una pobre niña asustada y confusa, el poner en practica su superioridad sobre mi, tanto intelectual como espiritual. Sobre todo, esgrimiendo su parentesco como la llave que presentaba aquel acto como algo natural entre consanguíneos, y según él aceptada por su plúmbea religión. Luego, con el tiempo el muy baboso siguió abusando de mí por el "edificante" sistema de chantaje puro y duro. Me había follado hasta el día antes de su óbito, el diablo lo tenga en su gloria. Aun recuerdo la primera vez cuando quiso metérmela. Yo, casi no podía recibir su verga de hombre en mi pequeño sexo, lloré de terror al verme penetrada, pero sólo entró el glande, luego probó con mi trasero, pero aquella vez se compadeció de mi y se corrió en mi boca. "Toma pequeña, eso es mi bendición, trágatela que te quiero mucho y esa es la prueba de ello, no se lo digas a nadie, que solo dios y nosotros lo sabremos" me dijo el muy cerdo. Jamas olvidare como aquella niña cayó en la tupida tela de araña que el maldito viejo urdió empleando la mentira y el miedo. Ni aquella cosa de textura viscosa y sabor agrio que resbalaba por mi garganta, ni el desamparo que sentí viendo aquel pene erguido frente a mi carita de niña. Con el tiempo llegó a emplear su dedo untado en margarina, y cuando notaba que mi sexo se dilataba, me penetraba con cuidado. Eso no le privó de usarme a partir de los ocho años como si fuera su amante. Los últimos tiempos fueron los peores, su piel escamosa como la de una serpiente sobre mi, sus babas de perro en celo y su, su arrugada y mustia verga, que ya no se le levantaba más que después de una hora larga de chupetones. Lo peor era que al viejo le gustaba correrse dentro de mi boca. ¡Puag! qué asco.

Cuando lo recuerdo, algo en mi interior se revuelve y amenaza con salir a la superficie, pero solo es un momento, luego vuelvo a ser dueña de mí misma. Sólo que siempre me queda la duda de si realmente podría haber hecho algo más para sacudirme de encima al viejo baboso. Cuánto me hubiera gustado ponerlo en evidencia delante de todos, jaja. Qué divertido pregonar a los cuatro vientos que el puto beato no era más que un hipócrita como ellos, pero no podía, y no podía porque mi familia me tenia por una chica ejemplar, un poco rarita, pero nada más. Además, el vejete disimulaba muy bien a pesar de haber pervertido a su propia nieta desde los siete años hasta los dieciocho. Y de qué forma lo hizo el muy cabrón. Por qué, hasta me gustaba después de todo. Esa fue su gran victoria sobre mi, saber que lo odiaba y a la vez lo deseaba, porque me había acostumbrado a una sexualidad distorsionada y morbosa, muy distinta de que se suponía debía tener. Eso diluyó aun más mi odio y aumentó si cabe mi culpabilidad !Maldito sea por siempre, maldito!


Mis pasos me llevaron a un bar de esos que están entre dos aguas, ni era un café bar, ni un bar de barriada marginal, ni un bar de extrarradio, más bien era un lugar perdido entre dos mundos, el acomodaticio de las urbanizaciones adosadas y el de las afueras aglomeradas con bloques infrahumanos. En aquel territorio de nadie, me adentré para pedir un café muy cargado. Deseché el azúcar por demasiado "peligroso" para mi cintura de "avispa", era un coñazo beberse aquel amargor, pero que no se diga que la niña era débil y timorata. Lo engullí de dos tragos sin pararme a pensar en su exquisito sabor, no estaba para gaitas. El local fronterizo estaba bastante lleno de gente fronteriza, sobre todo muchas parejas y jubilados en busca de "pegar la hebra" y poner a parir a todo vecino que no estuviera presente en la tertulia. Conocía muy bien esa manera de mover las manos, la malicia en sus ávidas miradas, era, salvando las distancias, la misma que empleaban mis tías para "hacer un traje" a sus amigas cuando no estaban ellas delante. Dos parejas de aspirantes a pijos de saldo, se estaban dando el lote entre los billares. No hay nada más deprimente que unos chavales de Lavapies haciéndose pasar, tanto por ropas como en "estilo", por pijos de Puerta de Hierro. De pronto me ví cagándome en todo y con todos, no podía con ello, y mira que lo intentaba de veces, pero... Pagué sin dejar propina y salí a la calle a tomar un poco de aire.

Volví a la avenida repleta de Moreras y utilitarios aparcados en pulcras filas. Mis pasos seguían sin llevar un rumbo fijo, en mi cabeza las cosas estaban cada vez más confusas, diría que echas un palimpsesto arrugado y mugriento. En esas que pasé frente a la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús y la Magdalena, me hizo gracia tan pomposo nombre, así que entré sólo para buscar un poco de oscuridad y frescor, pues a esa hora el sol picaba con fuerza, tenia ya las axilas sudadas y la impresión de necesitar otro baño en este preciso momento. Si entré en esa iglesia en concreto no fué por nada determinado, sólo que a veces los caminos del señor son "inescrutables", la iglesia estaba vacía, solo una vieja entrada en años se santiguaba disponiéndose a salir. Ya solo quedamos el párroco, un tipo bajito, calvo, gordo, cuarentón, y servidora.

Me aproxime para ver más de cerca aquella patética figura vestida de negro. Así de lejos me parecía una silueta difusa, tan irreal como las estatuas de los santos, que me miraban con sus ojos inexpresivos, el apoteósico escote que mis generosos pechos dejaban entrever. Él, al verme, debió deducir que yo era una oveja descarriada en busca del camino de la verdad, así que no lo contradije, al contrario, verlo con su ridícula sotana me produjo un morbo indecente, todo hay que decirlo. Más, cuando el pasmarote me vió sonreír con aquella sonrisa mía de no haber roto ningún plato, se puso nervioso y se le atravesó el discurso.

 Unas gotitas de sudor empezaron a caerle de la calva y se deslizaron por sus gordos mofletes, mientras, yo podía oler mi propio sudor de hembra al pelo. Definitivamente, me había abandonado el desodorante, y no me importó en lo más mínimo. En aquel momento pensé que esas gotas que le caían, podrían ir a parar a un torso lleno de vello negro e hirsuto, me puse a cien allí mismo y le hice un guiño de complicidad. El imbécil lo captó después de mucho esfuerzo y de haberme tenido que sacar hasta la camiseta, quedándome solo con el sostén negro, precisamente ese que me apretaba las tetas, además tenía un remiendo en su parte posterior. Aquel individuo seria el recipiente donde yo depositaria la parte de hipocresía que me habían endosado sin haberla pedido.


El emisario de dios, se llevó su dedo a la boca, me pidió discreción y silencio mientras en su cabeza de chorlito pugnaban dos fuerzas antagónicas. El bien con su letanía de buenas intenciones y el mal, incitándolo a aprovechar este regalo del cielo o del infierno y follarme como yo le pedía sin palabras. Después de un pequeño titubeo eligió lo segundo y me fui tras él a la sacristía. Dentro, todo eran tupidas sombras, tuve que acostumbrar mis ojos a la suave penumbra, pedí que encendiera alguna luz, pero el párroco del Sagrado Corazón de Jesús, me dijo que los pecados, cuando más en la oscuridad, mejor que mejor para todos.

Tuve que guiarle su mano, que no acertaba con el agujero, ¿o es que si acertaba y solo le interesaba mi culo bonito?, ¿seria aquel tipo un invertido potencial? ¿o solo era un inexperto de cojones?. Estuvo como medio día rascando mi sexo sin hacer nada más, ya empezaba a tenerlo irritado, además olía fatal, pero eso creo que le excitaba más que otra cosa al representante de la divinidad, en mi jodido barrio. Le tenia la verga agarrada con mi mano, era gorda y muy corta, casi no la abarcaba con mi mano, por contra, con una sóla la cubría. Quise chupársela, pero el tío se retiró asustado, para él, eso debía significar sus buenas Ave Marías como penitencia. Después de insistir, deduje que se avenía al castigo, y me la entregó deseoso que se la mamara, me la tragué de una sóla vez, me gustó sentir aquel pedazo de carne, corto, pero palpitante, completamente dentro de mi boca.

Luego, el me desnudó completamente y buscó mi agujero con frenesí suicida, aquel tipo era eyaculador precoz, porque solo al hacer ademan de metérmela, se corrió sobre mi vientre entre estertores de moribundo. Pero yo quería sentir su herramienta al menos en la entrada de mi sexo, y también deseaba traspasarle un poco de su misma hipocresía, así que le di un tiempo para que se reanimara. No es que me excitara demasiado su cuerpo patizambo, grasoso y velludo, me recordaba al de un simio con mente de hombre, aun qué bien pensado, tenia su morbo. Así que le agarré otra vez la polla y se la chupé hasta que consiguió una aceptable erección. Me miró en aquella semi oscuridad con sus ojillos de chivo expiatorio, deseaba preguntar ¿porqué?, porqué le daba esa oportunidad de poder sentir de verdad. Me supo mal engañarle así, pero lo superé,  le presenté mi acogedor y tierno agujero, y le ayudé a penetrarme. Pero mi gozo duró bien poco. Llegado a este punto, quisiera recordar que la realidad de las estadísticas, es por desgracia, aplastante.Las medidas promedio de los cipotes, andan por los 15 cm. la duración de una jodienda típica,  no pasa de los dos minutos, tirando largo. Para postre, conseguir un orgasmo simultaneo, es casi una utopia. Así las cosas, el vicario no poseía una gran polla, ni siquiera llegaba al promedio. Tampoco estuvimos jodiendo varias horas, ni mucho menos nos corrimos los dos al mismo tiempo. Nada fue sincrónico, como en esas cursis narraciones pornográficas, en que todo sale a huevo, ja. No fue así. A las estadísticas no se les puede engañar.

Conseguir un orgasmo simultaneo, es cosa de malabaristas, y mi párroco no era uno de esos. Casi al momento se corrió dentro de mi. Lo acogí con placer y piedad, no tuve valor para quejarme de su “trabajo”. Luego, él muy vicioso me pidió que le penetrara con uno de los cirios que estaban encendidos en el altar. Lo saqué de su orna y lo apagué. Luego de untarlo en mi saliva se lo introduje lentamente en su ano.

El párroco estuvo un buen rato gozando como una puta ninfómana. Deduje que esto era lo que más le gustaba al pequeño gordito. Luego de correrse, le pedí que me hiciera a mi lo mismo que yo le había hecho a él. Pensé que se negaría, pero cogió otro cirio, lo apagó y le ensalivó la punta hasta que lo encontró aceptable. Por si acaso,  le añadí mi propia saliva, luego me arrodillé y le presente mi culo. Fue un juego placentero y dañino a partes iguales, hasta creo que tuve un orgasmo anal y todo, lo cierto es que me retorcí de placer el tiempo que duró aquello. A veces en su atolondramiento, el párroco me hundía demasiado el cirio, arrancándome algún que otro quejido. Me di cuenta que eso le ponía super cachondo, se puede decir que ambos sacamos a relucir nuestros instintos masoquistas. Prefería sentir en mi trasero las cálidas acometidas de una polla , pero saber que el párroco me estaba dando por el culo con un cirio pascual, tampoco era moco de pavo. Yacer despatarrada, dolorida, con las entrañas quemándome, y  los ojillos del cura recorriendo mi  cuerpo como si fuera yo una aparición ectoplasmica, tampoco estuvo del todo mal. Antes de vestirme y reconponerme un poco, le pedí al representante de dios en la tierra, que me bendijera orinándose encima de mi, pero a eso se negó rotundamente.  "Hay cosas que las tiene que hacer uno solo", me dijo. Así que acabó derramándome encima el agua bendita de una pica, a modo de bendición y perdón de los pecados. Sentirme empapada me excitó otra vez, pero vi que hacía tarde. Le besé en la lengua y prometí volver otro día a orar con él, incluso con más intensidad si cabe.

Abandoné la Iglesia de Sagrado Corazón de Jesús y la Magdalena hecha una rosa por el baño de agua bendita, que ya estaba secándose debido a la calidez de mi piel, y con la sensación de que una parte de la frustración que llevaba conmigo al entrar, se había quedado en ese lugar sagrado, que olía a incienso y cera de velas. En la sacristía aun debía oler a sexo y sudores, pero eso ya era otra historia.


Seguí mi camino en busca de mis tías, que a esa hora ya estarían de vuelta del entierro. Cuando las divisara, volvería a sonreír, con esa sonrisa tan inocentorra con la que todo el mundo decía que me daba la apariencia de no haber roto nunca un plato. Plato no sé, pero estos últimos días me entrego a manos llenas a todo aquel que me apetece, y con ello les entrego un "regalito" que me dejó en herencia, mi buen tío abuelo Romualdo. ¡El Sida!

 

 

Faro

Puente

Torre

Zeppelín

Rastreador

Nuevos

Arquitectos

doble moral | Los últimos tiempos | un bar de esos | un palimpsesto | gotas | un invertido | ¿porqué? | una puta | frustración