La guerra de las Comunidades Castellanas, 1520-1521

Dra. Martha Delfín Guillaumin

Octubre de 2010

 

 

 

      Martha Eugenia Delfín Guillaumin,

                        Conferencia impartida a los alumnos de 4° semestre

de la Licenciatura de Etnohistoria de la ENAH-INAH,

de la clase de Historia de España dictada

 por el Dr. Jesús Torres Tello,

Octubre del 2001

Texto reelaborado en octubre de 2010,

el Bicentenario de las Cortes de Cádiz

 

1.- De los Trastámara a los Habsburgo, el juego del poder

 

La llegada de los Habsburgo al trono español en los inicios del siglo XVI fue provocada por una serie de funestos acontecimientos que fueron quitando del tablero a los distintos herederos naturales a la Corona española y que, de no haber sucedido, hubieran garantizado la presencia de un monarca ibérico ya fuese de origen castellano o portugués. Primero falleció Juan, el enamorado y enfermizo heredero de los Reyes Católicos; luego murió Isabel, otra de sus hijas, casada con el monarca lusitano y con quien tuvo a Miguelito, el tercer heredero en cuestión, pero que murió en Granada antes de cumplir los tres años provocando tanto dolor a sus abuelos maternos. Un dolor que reflejaba la angustia de ver perdida su dinastía en manos de un príncipe sin escrúpulos como lo era su yerno el tan afamado Felipe el Hermoso. Su hija Juana había sido dada en matrimonio a este representante de la casa real de  los Habsburgo, la casa de Austria como será conocida durante el período colonial mexicano. Entre los muchos hijos producto de ese matrimonio estuvo Carlos que pasó a la historia como Carlos V, emperador de Alemania, Carlos I,  rey de España, o el César como se le nombraba en su época.

 

2.- Un encierro útil y una corona compartida

 

Desde 1509 Juana, quien había enviudado, fue recluida en Tordesillas, se suponía que su encierro obedecía a razones de Estado, los enemigos de su padre, Fernando de Aragón, podían raptarla y desestabilizar a la Corona española. Cuando murió Fernando, y luego de una breve y última regencia del Cardenal Jiménez de Cisneros, Carlos llegó a España para ocupar el trono en 1517. No sacó a su madre del lugar donde la tenían recluida, simplemente se encargó de quitarle su única alegría, su hermana menor Catalina fue separada de su madre pocos años más tarde para desposarla con el rey de Portugal. Carlos y Juana compartieron el poder en una doble fórmula regia que solamente lo beneficiaba a él. Esa es la razón de que el nombre de Juana aparezca en varios documentos de los primeros tiempos del México colonial.

 

Carlos no se conformaba con ser el rey de  España y sus posesiones europeas y ultramarinas, baste recordar que para esas fechas el Reino de Nápoles y Sicilia había sido una de las últimas adquisiciones del rey católico en territorio europeo. Su otro abuelo, Maximiliano de Habsburgo, tenía planes muy importantes para él, ya que no pudo concretarlos con su propio hijo quien murió prematuramente, quiso verlos realizados con su nieto: ser el próximo emperador del  Sacro Imperio Romano Germánico, un título que había devenido en algo meramente honorario pero que,  así y todo, daba al que lo poseyera un peso político muy grande entre los príncipes de  los estados germanos. Ser el emperador significaba haber  ganado el voto de los electores y este voto se pagaba con  promesas de favores a futuro y con dinero de manera inmediata. A la muerte de su abuelo paterno, que hasta ese momento había sido el emperador germano, Maximiliano I, se inició el proceso de elección para el nuevo emperador (1519-1520). Entonces Alemania no era sino un conjunto disgregado de cerca de 300 estados que muchas veces eran ciudades, abadías y pequeños reinos. Eran siete los electores que se encargaban de votar al nuevo emperador, entre ellos los de Brandemburgo, Habsburgo,  Hohenzollern y Sajonia.

 

Carlos comprometió las rentas de Castilla para poder pagar a los electores su voto. Además, obtuvo préstamos de los banqueros Fugger y de los Welser[1] para financiar su empresa. Su más fuerte oponente era Francisco I, rey de Francia, de la casa de los Valois, sin embargo, Carlos ganó las elecciones. Partió desde Barcelona para tomar su investidura y en octubre de 1520 se encontraba en Aachen (Aquisgrán), Alemania.

 

3.- La Guerra de las comunidades[2] castellanas

   

Los patricios castellanos, es decir, los burgueses de Castilla, estaban muy enojados por esa situación, no sólo tenían que tolerar a un monarca considerado extranjero que apenas dominaba el idioma español[3] y que había desplazado al favorito, su propio hermano menor Fernando quien se había criado con su abuelo en España, mandándolo a la corte de Bruselas, sino que encima los despojaba de su dinero para pagar con eso los favores de los electores en tierras alemanas. En agosto de 1520 se alzaron en contra de Carlos y sus ministros flamencos las ciudades castellanas de Segovia, Toledo, Madrid, Ávila, Salamanca, Zamora, León, Toro, Valladolid y Burgos.  Los líderes naturales de este movimiento de protesta que alzó la tierra fueron los representantes de dicho patriciado urbano: Juan Bravo (Segovia),  Juan de Padilla (Toledo), Francisco Zapata (Madrid) y  Francisco Maldonado (Salamanca). Los rebeldes tomaron Tordesillas en ese mismo mes y le solicitaron a Juana su apoyo como única reina reconocida. Pero los 75 días que la Junta comunera, también nombrada como la Junta Santa, permaneció en el lugar no fueron suficientes para ayudarle a salir de su letargo. La reina nunca firmó ningún documento que hubiera garantizado que ella escapara de su reclusión y los comuneros ganaran la causa:

 

“Y si yo no pudiere entender en ello, será porque tengo que hacer algún

 día en sosegar mi corazón y esforzarme de la muerte del Rey, mi señor”

 

Estas palabras las dedicó Juana  a la Santa Junta de las Comunidades, en Tordesillas,  en septiembre de 1520  (Fernández Álvarez, p. 208). Su espíritu estaba todavía muy atribulado por la pérdida de su amado esposo, aunque era un verdadero mujeriego, y por la noticia de la muerte de su padre que se le había mantenido oculta. Quizás otro de los motivos que explica este comportamiento haya sido su reticencia a firmar cualquier cosa en contra de su hijo Carlos.

 

 El movimiento fue sofocado y ella se vio forzada a padecer un encierro más estricto en una habitación sin ventanas iluminada sólo con velas. Los líderes comuneros fueron traicionados por la nobleza castellana que al principio de la guerra se les había unido, estos traidores eran los Grandes de España, entre ellos, Pedro Girón perteneciente a la alta nobleza. Abandonados a su suerte en la batalla de Villalar, que se libró el 23 de abril de 1521 contra el ejército del rey, los principales dirigentes fueron capturados, luego se les decapitó. Es una ironía que el último esfuerzo de los ayuntamientos castellanos para mantener su autonomía y su representación en las cortes fuera cercenado junto con las cabezas de los insurrectos. Mientras Hernán Cortés fundaba ayuntamientos para darle legalidad a su entrada a Mesoamérica en nombre de su monarca Carlos V, en España se realizaba el último esfuerzo para combatir al naciente absolutismo representado en la figura de Carlos V. Según refiere el gran historiador Pierre Vilar en su obra Historia de España cuando analiza este período: “Carlos V hizo frente, no obstante, a una última sacudida de las costumbres medievales: en Villalar (1521), aplastó a las comunidades de las ciudades castellanas alzadas contra él. Desde entonces, el absolutismo estaba asegurado” (Vilar, p. 47)

 

 La hermosa y señorial ciudad de Toledo, futura sede de la corte de Carlos V, se rindió en febrero de 1522 frente a las fuerzas realistas. Las cortes (diputaciones) españolas no se volverían a juntar hasta 1810 en Cádiz.

 

 

Bibliografía:

 

Anderson, Perry, El Estado absolutista, México, Siglo XXI Editores, 1985, (Séptima edición en español)

 

Fernández Álvarez, Manuel, Juana La Loca. La Cautiva de Tordesillas, España, Espasa Calpe, cuarta edición, noviembre de 2000. (Primera edición aparecida en septiembre de 2000)

 

Piña, Begoña, “Carlos V, rey de reyes”, en Historia, España, año XXIII, No. 282, octubre de 1999, pp. 8-20

 

Vilar, Pierre, Historia de España, España, Editorial Crítica, Grupo editorial Grijalbo, 1984

 

Sauer, Carl Ortwin, Descubrimiento y dominación española del Caribe, México, FCE, 1984

 


 

[1] Eso explica la presencia de los Welser en Venezuela, es decir, las entradas a esa parte del continente americano que Carlos V permitió se hicieran en nombre de estos banqueros. Existen mapas de esa época que están escritos en alemán porque los hicieron las gentes que enviaron los Welser a inspeccionar las costas de Venezuela.

[2] Entiéndase por comunidad al “Común de los vecinos de una ciudad o villa realengas de cualquiera de los antiguos reinos de España, dirigido y representado por su concejo”, Diccionario de la Lengua Española, España, Real Academia Española, T. 3, p. 412,

[3] Efectivamente, según comenta el historiador Manuel Fernández Álvarez, Carlos no hablaba castellano, sin embargo, a los 30 años dominaba a la perfección este idioma al igual que el flamenco, el francés, el italiano y el alemán.

 

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