Introducción a la investigación histórica, algunas reflexiones

 

 

Martha Delfín Guillaumin,

7 de junio de 2016

 

 

I. Hasta fines del siglo XVIII, la historia se concebía como género literario en que aquélla era fuente de solaz, de índole moral y destinada a las élites. Los textos para escribir historia durante los siglos XVI al XVIII eran de: preceptiva literaria, es decir, el conjunto de reglas y método con especialidad histórica; preceptiva y retórica que incluían oratoria, historia y narrativa de ficción; y retórica o sea “deber decir la verdad”.[1]

 

La retórica es la verdad que diferencia la historia de la fábula. Es el arte de persuadir haciendo uso de la oratoria, que es el saber hablar convenciendo. Paradójicamente, tengo entendido que cierto retórico llegó al exceso de afirmar que “si uno por ignorancia no está diciendo la verdad, pero sin dolo, se hace bien, siempre y cuando se esté escribiendo bien”.[2] Pensemos en las sirenas de Cristóbal Colón que eran manatíes. Por otra parte, fue en el siglo XVII cuando se dio el desarrollo de la anticuaria para detectar que sean verdaderos y auténticos los textos y las antigüedades. Del Renacimiento al siglo XVIII el interés principal sobre la historia se dio en los aspectos expresivo y retórico.[3]En este sentido, “fray Jerónimo de San José, con el Genio de la Historia (1651),recomendaba un estilo directo y adecuado a la recreación de los hechos y subrayaba la necesidad de un ánimo libre y desapasionado para buscar la verdad.”[4]

En el siglo XIX se apunta hacia otra concepción de la historia, la positivista, que se caracterizaba por el acento en el análisis de los hechos subrayando su aspecto científico: no sólo decir la verdad, sino también cómo decir la verdad,  o sea, la garantía de verdad que pudiera tener la historia. Hacia fines del siglo XIX se enfatizaron los aspectos interpretativo – explicativo, que durante los primeros años del siglo XX fueron muy valorados.

 

La historia escrita, historiografía, tiene tres elementos o factores (en su aspecto escrito o historiográfico): expresión, investigación y explicación. La expresión se da del Renacimiento al siglo XVIII, los retóricos se encargaron de lo expresivo – estilístico. La investigación surge con fuerza en el siglo XIX cuando los estudiosos revaloran a la historia por las fuentes en busca de lo verídico. La Revolución Francesa marcó el inicio de las corrientes explicativas por los cambios sociales ocurridos en ese período. La explicación, en la primera mitad del siglo XX, se halla en Benedetto Croce (filósofo, historiador, literato)  y los historicistas que observan la carga de intencionalidad, la pertenencia a una corriente, es decir, el elemento explicativo que apoyaba la interpretación. En consecuencia, ellos determinan que los distintos historiadores tenían carga de intencionalidad y pertenecían a diversas corrientes ideológicas. Piénsese en los ismos: comunismo, marxismo, populismo, racionalismo, nacionalismo, funcionalismo, estructuralismo, etcétera.

 

II. Al final de la Edad Media (siglos XV – XVI) se empieza a cuestionar la lógica aristotélica, movimiento que se justifica en los  descubrimientos de las nuevas ciencias.

 

La inferencia, que es una forma de demostrar un conocimiento, asumía en Aristóteles la forma deductiva. El modelo sería “todos los hombres son mortales (1), Sócrates es hombre (2), Sócrates es mortal (3)”. De esta forma se entiende que 1 y 2 son las premisas y 3 es la conclusión. Esta lógica se denomina formal porque se atiene exclusivamente a la necesidad de respetar la forma de los juicios sin importar el contenido. El mismo silogismo se podría escribir así: “todos los S son P (1), X es S (2), X es P (3), es decir, no se trata de que la lógica sea falsa, la principal deficiencia que presenta radica en el hecho de que no agrega un conocimiento nuevo, por ejemplo, si de antemano ya se sabe que “todos los hombres son mortales”, nada novedoso se suma al afirmar que Sócrates o cualquier otro individuo es mortal. Bacon (1561-1626) propuso que se practicara la inducción, es decir, el razonamiento que va de lo particular a lo general. Así, la observación de casos individuales permitía establecer juicios generales, por ejemplo, “Venus gira alrededor del sol, la Tierra gira alrededor del sol, etc., luego todos los planetas giran alrededor del sol“. La principal ventaja de la inducción es que posibilita partir de la observación empírica y de la experimentación para generar nuevos conocimientos.

 

Si la inducción examina todos los casos posibles se llama inducción completa; son muy escasas las ocasiones en que se puede aplicar la inducción completa como el ejemplo recién dado de número 9 de planetas que giran alrededor del sol. En su lugar se apela a la inducción incompleta, es decir, a la generalización de un juicio después de comprobar el comportamiento de un número significativo de casos. Luego, el juicio general expresa una ley aplicable a nuevos casos; en consecuencia, la inducción supone que la naturaleza observa ciertas regularidades y que éstas se expresan en la ley, por ejemplo, de la observación de que los cuerpos caen hacia el centro de la tierra. De esta forma, Isaac Newton formula la ley que dice: “todos los cuerpos caen en dirección al centro de la tierra”.

 

III. Pedro Quintino nos dice la nueva historia es una propuesta de interpretación y reconstrucción de la historia que dirige su mirada hacia huellas y fuentes, no necesariamente testimonios documentales, y en esto radica su originalidad. Asimismo, plantea una relación distinta entre pasado y presente, argumenta el carácter analítico y explicativo de la historia y defiende su vínculo de retroalimentación con las ciencias sociales.[5]

 

Habría que adentrarse en la corriente historiográfica francesa de la Historia Escuela de los Annales para conocer más acerca de la nueva historia y lo que se dará a partir de ella como la escuela de las mentalidades. Un ejemplo de esta corriente historiográfica de los Annales la tenemos particularmente en Fernand Braudel y su obra El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. En ella se puede apreciar la manera de trabajar de este autor tan reconocido en cuanto a la corta y mediana duración de los procesos históricos.

 

IV. ALGUNAS CIENCIAS AUXILIARES DE LA HISTORIA

 

A continuación anoto unas cuantas de las ciencias auxiliares de la historia. Por supuesto que algunas de ellas son herramientas de uso inmediato como los datos arqueológicos y otras, como la paleografía, sí requieren que el historiador la estudie y practique:

 

PALEOGRAFÍA

HERÁLDICA

ICONOGRAFÍA

HISTORIA DEL ARTE

ARQUEOLOGÍA

ANTROPOLOGÍA FÍSICA

GEOGRAFÍA

ECONOMÍA

ANTROPOLOGÍA SOCIAL

ETNOLOGÍA

PSICOLOGÍA 

FILOSOFÍA Y LETRAS 

 

Documento del siglo XVIII que sí requiere de la paleografía para ser leído[6]

 

V. FUENTES DE LA HISTORIA

 

Éstas son de diversa índole y se utilizan dependiendo del tipo de investigación que se realice, es decir, sobre cuestiones antiguas o contemporáneas.

 

PRIMARIAS Y SECUNDARIAS

 

Crónicas civiles y religiosas (originales y facsimilares), códices (originales y facsimilares), documentos coloniales y de los períodos independiente y contemporáneo resguardados en los archivos públicos y privados (esto incluye a los parroquiales).

 

Bibliografía actual sobre temas históricos (interpretación sobre el pasado siguiendo diferentes corrientes historiográficas).

 

Historia oral (Vgr., entrevistas)

 

VI.Por último, añado el dato de los centros de investigación que pueden ser específicamente:

 

 Archivos, bibliotecas, hemerotecas, mapotecas. Empleo de fuentes electrónicas.

 


 

[1] Los lectores pueden consultar el texto de Lawrence Stone, El pasado y el presente, México, FCE, 1986, para ahondar en este particular.

[2]Aclaro que esta afirmación me fue dada verbalmente hace años por una persona especialista en retórica, pero no tengo forma de citar la fuente original si es que existe.

[3] En el siglo XVIII, Giambattista Vico sostenía que cada época histórica tiene diferentes formas de interpretación.

[4]Luis Gil Fernández et al. Historia de España Moderna. La cultura española en la edad moderna, Madrid, Ediciones Istmo, 2004, p. 238.

Sobre este personaje, fray Jerónimo de San José, puede revisarse el texto de Gonzalo Fontana Elboj, de la Universidad de Zaragoza, “El genio de la Historia de fray Jerónimo de San José en el marco de la Tratadística Histórica del Humanismo”,

https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/832429.pdf

Y también el de Estela Moreno-Mazzoli, “PRÁCTICA DE LA DIGRESIO EN LAS HISTORIAS DE INDIAS Y LOS PRECEPTOS PARA SU USO EN LA HISTORIOGRAFÍA DEL SIGLO XVII”,

http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/15/aih_15_1_013.pdf

[5]AAVV, “Historia”, en Cursos introductorios a las licenciaturas, México, ENAH-INAH, 1998,p. 205.

 

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