Kino y Clavijero: su visión del indígena baja californio
Dra. Martha Delfín Guillaumin
Martha Delfín Guillaumin, 22 de diciembre de 2013.
Para mis sobrinas de Tijuana, B. C., Sofía y Susana Delfín Landín.
BREVE INTRODUCCIÓN
El estudio de los indios bajacalifornianos resulta interesante puesto que se trata de grupos étnicos con un muy particular desarrollo histórico cultural en lo que mucho influyó el hecho de habitar una península que detuvo su marcha migratoria y los obligó, de alguna manera, a mantenerse aislados por largo tiempo. A pesar de los contactos que, especialmente por vía terrestre, establecían con otros pueblos, en general, permanecieron en una realidad muy diferente de cómo pudo ser la mesoamericana e, inclusive, la de los grupos indígenas de la parte continental, vecinos de Mesoamérica. Se trata preferentemente de individuos dedicados a la caza y recolección con un rudimentario desarrollo tecnológico. Las pinturas rupestres de la Baja California Sur muestran, aparte de cuerpos humanos, las escenas de caza de los primeros habitantes peninsulares.
La Baja California representada como isla, luego ya como península. Pinturas rupestres y misión jesuita.
Por otra parte, a pesar de estas características que aparentemente los harían fácil presa del avance conquistador y colonizador español, vanos fueron los primeros intentos por realizar las entradas hispanas y se tuvo que aguardar casi dos siglos para lograrlo a través de la obra misionera jesuita. Precisamente los escritos del padre Eusebio Francisco Kino y, posteriormente, del padre Francisco Xavier Clavijero arrojan una luz para tratar de conocer a estos grupos humanos que habitaron y aún habitan la Península de Baja California. Esto no significa que no existan otros aportes historiográficos que ilustran sobre los pobladores californios, como la obra del jesuita Miguel del Barco, pero he elegido a los autores citados porque sus obras representan dos momentos distintos, tanto de la Compañía de Jesús, como de los naturales bajacalifornianos. La obra de Kino se realiza a fines del siglo XVII y principios del XVIII, mientras que la de Clavijero se da en la segunda mitad del siglo XVIII cuando ya habían sido expulsados los jesuitas de los dominios españoles. Kino escribe lo que vive, los primeros intentos de evangelización jesuita, los primeros logros; Clavijero escribe sobre hechos consumados y no como protagonista sino como un historiador interesado en mostrar la labor cultural de los jesuitas en la Baja California.
EL PADRE EUSEBIO FRANCISCO KINO Y SU OBRA FAVORES CELESTIALES
La obra Favores celestiales del padre Kino fue escrita “por encargo”, es decir, cumpliendo el pedido que le hicieron sus superiores de continuar la narración de los avances misioneros jesuitas en el noroeste novohispano. A pesar de que la obra se refiere casi exclusivamente a la Pimería Alta, de cualquier modo aporta interesantes datos acerca de la Baja California puesto que fue Kino quien demostró en su momento que se trataba de una península y no de una isla.
Pinturas con imágenes de indígenas pericúes (edúes) y misiones jesuíticas de Baja California del jesuita Ignacio Tirsch, 1760c. Pájaro de barro hecho por indígena pai pai de la provincia de Baja California en 1980.
Kino era originario de Segno, nos dice Polzer, una pequeña población de las montañas del Tirol italiano, no lejos de la histórica Trento. Nació el 10 de agosto de 1645 y durante su adolescencia fue allí, en su poblado de origen, donde se empezó a forjar ese recio temperamento que un día habría de ayudarlo a explorar las montañas y los desiertos de un país situado en otro continente. Siendo muy joven fue enviado por sus padres a estudiar al colegio jesuita de Trento en donde este autor señala que “fue iniciado en el conocimiento de las letras y de las ciencias”, luego marchó al colegio jesuita de hall, cerca de Innsbruck, Austria, para continuar sus estudios en ciencias y matemáticas. Tras una grave enfermedad, Kino ingresó a la Compañía de Jesús previa promesa a su patrono San Francisco javier de que si intercedía por su salud entraría a la orden. Polzer comenta que “sea lo que fuere de la curación de Kino, su vida ciertamente iba a ser un regalo precioso para las almas abandonadas de la Baja California y de la Pimería Alta”.
Representación de mujer pericú
La llegada del padre Kino a tierras mexicanas está llena de peripecias pues en realidad su deseo inicial era ir a misionar a la China. De esta manera, en 1681, Kino se hallaba realizando su viaje como misionero y Cartógrafo Real hacia la península bajacaliforniana junto con el almirante Isidro de Antonio y Antillón.
Pero dejemos que sea el propio Kino quien relate esta entrada:
El año de 1681, 82, 83, 84 y 85, a costa de más de medio millón de la Real Hacienda, por orden de don Carlos II, el almirante don Isidro de Antonio y Antillón, habiendo fabricado tres navíos (capitana y almiranta y patache) en el río de Sinaloa, pasó con los necesarios soldados y marineros a la California. Pasamos también juntamente tres padres misioneros de la Compañía de Jesús: yo fui con oficio de rector de aquella Misión y de cosmógrafo de su Majestad para esa empresa. Estuvimos unos meses en el puerto y bahía de Nuestra Señora de la Paz, en altura de 24 grados y más de un año en el Real de San Bruno, en altura de 26 grados, desde donde pasamos hasta la contracosta y mar del sur, camino como de 50 leguas; dejamos reducidos como 400 almas, y habiendo venido al puerto de Matanchel, de la Nueva Galicia, a aviarnos de algunas cosas necesarias, por cuanto al mismo tiempo los piratas pichilingues[1], en el puerto de la Natividad, estaban aguardando la nao de China para robarla, el señor virrey, el marqués de La Laguna, nos envió a encontrar y avisar y escapar a dicha nao de China, que encontrándola dentro de dos días gracias al Señor, y engolfándonos con ella porque ni llegase a tierra ni fuese vista de los enemigos que estaban en el puerto de la Natividad; llegamos todos con bien al puerto de Acapulco, dejando burlados a los piratas y escapando Nuestro Señor cuatro o cinco millones de la real corona y de sus leales vasallos, sin falta en premio de los muy católicos gastos que por tantos caminos hace la real monarquía en obsequio de S.D.M. y para el bien de innumerables almas, como también hemos visto y vemos que en ese mismísimo tiempo y en los mismos años y meses de los gastos de esta referida empresa de la California, Dios Nuestro Señor lso grandiosos descubrimientos de las riquísimas minas de los reales que llaman de los Frailes, de los Álamos y de Guadalupe, que están enfrente, y cercanos, y la misma esfera de 25 y 26 grados como la California, que con esos católicos gastos se pretendía conquistar y se está conquistando a nuestra santa fe católica. Del puerto de Acapulco, habiéndose descargado la muy interesada nao de China o galeón de Filipinas, pasamos los más con el almirante a la ciudad de México, adonde dentro de algunos días, habiendo conferido los más proporcionados modos de proseguir con la conquista y conversión de la California, se nos señaló el situado de 30 000 pesos, y la misma semana que acabando de llegar 80 000 pesos de Zacatecas, estaban para entregárnoslo y despacharnos, vino un navío de España, que con orden apretadísima pidió 500 000 pesos, aunque se buscaran prestados para con éstos compensar luego los daños de un muy interesado navío de Francia, que pocos años antes se había echado a pique en la bahía de Cádiz, por lo cual se suspendió la conquista y conversión de la California.[2]
En el tiempo que estuvo Kino en la Baja California –a donde no habría de volver nunca más dedicando su labor misionera a la Pimería Alta-, logró, al decir de Polzer, la amistad de los indios, y sus idiomas fueron objeto de estudio y aprendizaje, además, administró el bautismo a los niños pequeños y a los moribundos.[3] Esto nos indica el grado de conocimiento mutuo que llegaron a tener Kino y los indios californios con los que trató, facilitando de alguna manera la posterior entrada de los padres Salvatierra y Píccolo.
Resulta interesante destacar el hecho de que Kino supo apreciar el valor estratégico de la Baja California, pues llegó a proponer que la nao de China llegar directamente a la península:
Otra grande utilidad de mucho servicio de ambas majestades será que estas nuevas conversiones, y esta provincia de Sonora, y todo el reino de la Nueva Vizcaya, por el río Grande o de Gila, que es el de Tizón, y por el paso por tierra a la California, se podrá dar escala a la nao de China, y comerciar con ella, y socorrer con comidas frescas a los muchos enfermos del muy penoso mal de Loanda [escorbuto], que suele traer consigo originado de sus comidas, saladas, secas y añejas, y todo muy grandes conveniencias y ganancias de todos, excusando las larguísimas y muy costosas de muchos de sus géneros desde estas alturas de más de 30 grados hasta al puerto de Acapulco, y de Acapulco hasta México, Hasta a estas provincias de la Nueva Vizcaya. Y esta escala (salvo meliari de los señores navegantes de la misma nao de China), parece podrá ser en la bahía de Todos los Santos, o el cercano famoso puerto de San Diego de la contracosta, que está casi en la misma altura, poco menos que el pao por tierra a California, que es en 35 grados.[4]
Imágenes de la Baja California Sur: pitahaya, cactos, iglesias jesuitas, mapa con los nombres de los pueblos indígenas en el siglo XVI, laguna, pinturas rupestres, indígenas y misiones pintados por el jesuita Tirsch, el arco de Cabo San Lucas, en lengua pericú fue nombrado Yenecamú.
El escrito del padre Kino tiene el carácter de informe con el cual justifica y defiende la labor misionera jesuita en el noroeste de la Nueva España. Si bien es cierto que llega a resultar repetitivo su estilo literario en determinado momento, la cantidad de datos que proporciona es notoria, básicamente en torno a la problemática y realidad de la Pimería Alta localizada al norte de la actual provincia de Sonora y parte de Arizona, Estados Unidos. También nos ofrece un panorama muy completo de la geografía bajacaliforniana y noticias de sus habitantes que serán retomadas por el propio Clavijero.
Kino, a manera de premonición, escribe lo siguiente: “… California, la cual, gracias a Nuestro Señor, se va tan felizmente conquistando y convirtiendo, que tienen y tendrán bien que escribir de sus apostólicas Misiones otras mejores plumas de la mía”.[5] Y es que del Barco o Clavijero realmente fueron magníficos como escritores.
EL PADRE FRANCISCO XAVIER CLAVIJERO Y SU OBRA HISTORIA DE LA ANTIGUA O BAJA CALIFORNIA
Francisco Xavier Clavijero fue un jesuita criollo mexicano nacido en Veracruz en el año de 1731. Este es un interesante rasgo que le distingue del padre Kino, es decir, el hecho de ser criollo, hijo de padres españoles nacido en territorio novohispano. Algo que puede resultar una ironía del destino es que Kino nació en el norte italiano y escribió su obra en la Nueva España, y Clavijero era de origen novohispano y escribió la suya en el norte italiano.
Clavijero jamás visitó las misiones de la Baja California, sin embargo, el interés por conocer las culturas autóctonas de México lo orilló a elegir para su estudio a esos grupos humanos bajacalifornianos que habían sido evangelizados por los jesuitas. A diferencia de la admiración que pudo sentir por las culturas precolombinas mesoamericanas que estudia en su Historia antigua de México, que “sería la primera y más leída presentación en el siglo de las luces de lo que habían sido las culturas indígenas en esta porción del nuevo mundo”,[6] en su escrito dedicado a la Baja California se puede apreciar la opinión que de sus habitantes originarios tenía:
Como los s habían permanecido por el espacio de tantos siglos encerrados en su miserable península, privados de toda comunicación externa y sepultados en la más espantosa barbarie, no tuvieron noticia de los otros pueblos de la tierra, ni éstos la tuvieron de aquéllos hasta el siglo dieciséis en que la sed del oro, que llevó a los europeos a otros países del Nuevo Mundo, los impelió también a la California”.[7]
¿Por qué escribe Clavijero su Historia de la Antigua o Baja California? Pienso que es una obra apologética sobre la labor cultural jesuita entre los habitantes originales de la península. Escribe en Bolonia, Italia, desde el exilio, tras la expulsión de los jesuitas en 1767, y se advierte en su texto este deseo de mostrar los logros espirituales y materiales jesuíticos entre los naturales peninsulares:
También habría omitido los elogios de algunos misioneros, que se hallarán en esta obra, si no los exigieran las leyes de la historia, la justicia hacia ellos y la fidelidad para con el público; porque ciertamente no sé cómo pueda escribirse la historia imparcial y sincera de cualquier país, sin alabar a aquellos a quienes se debe cuanto bueno hay en él. Si hoy es adorado en casi toda la California el Redentor crucificado, que antes no era conocido en ella; si aquella península en que no se veían más que salvajes desnudos, desenfrenados y embrutecidos, es ahora habitada por ciudadanos bien educados y de buenas costumbres; si al presente hay templos consagrados a Dios, y poblaciones bien ordenadas en donde antes no había ni siquiera una cabaña; si aquella tierra antes inculta y cubierta de malezas, se ve ahora cultivada y enriquecida con muchos, útiles y nuevos vegetales, todo se debe al celo infatigable, a la industria activa y a los grandes trabajos de los misioneros, que animados y auxiliados por la divina gracia, introdujeron allí la vida social juntamente con la ley cristiana. Celebramos pues la memoria de estos hombres tan beneméritos de la religión y del Estado, con los elogios a que se hicieron acreedores, y que les tributan los mismos pueblos a quienes beneficiaron; y no hacemos aprecio de las invectivas de algunos europeos, que inculpablemente ignoran, o desfiguran maliciosamente las gloriosas acciones de aquellos misioneros.[8]
Clavijero fue un hombre producto de su tiempo: historiador, físico, filósofo, humanista del “siglo de las luces”; León-Portilla nos comenta que en su escrito:
se refleja el interés humanista de quien, a pesar de no haber estado nunca en esa tierra, sabe que hay mucho que decir acerca de ella. Le interesan su historia natural, las formas de vida de sus antiguos pobladores y la larga serie de fallidas exploraciones para presentar luego con más detalle la obra cultural de los jesuitas.[9]
En cuanto a la estructura de su escrito, éste se distingue por su carácter científico e histórico. Independientemente de la intención del autor de mostrar al mundo la labor evangelizadora jesuita en la Baja California, el libro tiene una lógica interna muy particular. Para poder demostrar el cambio que se efectuó en los habitantes y en el territorio bajacaliforniano, el autor aplica una metodología; así, primero comienza con el análisis de las fuentes a las que ha recurrido, luego la descripción geográfica (clima, fauna, vegetación, terreno… ) de la península continuando con las características físicas, sociales, culturales, económicas, religiosas y políticas de sus habitantes para pasar a la labor misionera en sus primeros intentos, rebeliones de los naturales, muerte de los misioneros a manos de los alzados, diligencias practicadas para contenerlas y sofocarlas, fundación de misiones y expulsión de los socios de la compañía. Por último, ofrece las “adiciones al libro primero” con un informe lingüístico sobre los diversos dialectos de la lengua cochimí y un estudio sobre las culebras californianas hecho por un misionero jesuita alemán, en donde Clavijero menciona los términos “experimento”, “observación”, “deducción”, “demostración” e, inclusive, utiliza los nombres científicos para referirse a las culebras cascabel, crótalo-feri. Esto nos hace reflexionar sobre la influencia que los científicos y los pensadores de su época ejercieron en Clavijero y su obra.
Leyendo a Francisco Xavier Clavijero se supone que el autor forma parte de ese escrito en calidad de testigo presencial, lo cual nos demuestra sus dotes de excelente historiador: como investigador y narrador. Clavijero también parece dar respuesta a esta pregunta a lo largo de su escrito:
¿Para el conocimiento histórico (al igual que para cualquier otro conocimiento) importa que sea el acto de un solo sujeto y que además sea un acto de participación ocular en todos los procesos y acontecimientos estudiados? De ningún modo: un postulado de esta clase sería absurdo y, tomado al pie de la letra, amenazaría con aniquilar todo el saber humano.[10]
El jesuita misionero Eusebio Francisco Kino y el jesuita historiador novohispano Francisco Xavier Clavijero.
Los indios californios
En el libro del padre Kino aparecen mencionados en repetidas ocasiones los indígenas de la península de Baja California, sin embargo, en particular, la relación del 20 de febrero de 1702 del misionero jesuita Francisco María Píccolo nos brinda un panorama muy interesante de los indios californios. De esta relación se extraen los siguientes pasajes:
Habiendo ya el padre rector Juan María descubierto por el lado del norte y yo por el lado del sur y poniente copiosa mies, nos dividimos en dos Misiones, en donde en poco tiempo reconocíamos haber en ellas mezcla de naciones de diversas lenguas: la una era la lengua moqui, que ya sabíamos; la otra era la laimona, que ignorábamos; luego nos pusimos con todo cuidado a aprenderla, y por ser esta lengua trascendental y que parece la general en dilatado reino, con el continuo estudio la supimos en breve y en ella a los laimones como en la moqui a los moquis se les predica continuamente y se les enseña la doctrina cristiana […] más de tres mil adultos están ya aptos para él [el bautismo] y lo desean y piden; pero nosotros, con acuerdo, lo hemos dilatado para mejor tiempo, porque como estas naciones son de natural muy vivo y antes han vivido en idolatría y en grande obediencia a sus sacerdotes, a quienes sustentan y visten para sus supersticiosas ceremonias de sus cabellos, que cortan para este fin.[11]
Asimismo, proporciona los nombres de distintas parcialidades pertenecientes a las tres misiones fundadas, citaré algunas de ellas, por ejemplo, en la misión de Nuestra Señora de Loreto Concho se encontraban bajo su control las parcialidades o rancherías de Concho, de los jetti, los Tuydú, los de Ligiggi, los de Vonú, los de Numpoló, los de Cheyenqui, los de Ligui, los de Tripue, los de Loppú; a la misión de San Francisco Javier Biaundo pertenecían las rancherías de Biaundo, Cuibuscó (Santa Rosalía), Quimiauma (Ángel de la guarda), Lichu, Picolopri, Yenuyomú, Enulaylo, Ontta, Onemaito, Nuntei, Obbe; a la misión de Nuestra Señora de los Dolores pertenecían los de Yodivinegge, Niunqui (San José), Uunbbe; esta última misión era visitada y asistida por el padre rector Juan María Salvatierra. [12]
Toda esta fertilidad y riqueza puso Dios en la California sin la estimación de sus naturales, porque éstos son de una condición que sólo vive satisfecha de comer. Son estos californios, por lo que hemos visto y por las noticias de ellos, muchos en playas mar adentro, y mucho más en número por el Norte. Viven en rancherías de 20, de 30, y de 40 y 50 familias pocas más o menos; no usan de casas, la sombra de los árboles les sirve para resistir los bochornos del sol, y las ramas y hojas de los mismos para guarecerse en la noche contra la inclemencia del tiempo; en el rigor del invierno viven en unas cuevas que hacen en la tierra, y en todos estos resguardos moran muchos juntos como brutos; los hombres andan desnudos en lo que hemos visto; en lo general, no tienen sobre su cuerpo más que una faja bien tejida, y a falta de ésta una redecilla curiosa con que ciñen la frente, y algunas figuras de nácar bien labradas que penden del cuello, que a veces guarnecen con algunas frutillas redondas como cuentas; el mismo adorno ponen en las manos. Andan siempre con las armas en las manos, que son arco y flecha y dardo, ya para el ejercicio de la caza, ya para defenderse de sus enemigos por estar opuestas unas rancherías con otras. las mujeres andan con más decencia, cubiertas desde la cintura hasta las rodillas, de unos canutillos de carrizo, curiosamente unidos y tupidos a espaldas; en la misma proporción usan de pieles de venado o hilos muy unidos; su aliño en la cabeza es una redecilla de hilo que sacan de algunas hierbas o de pita que sacan de los mezcales; y son tan curiosas estas redecillas, que nuestros soldados se amarran el pelo con ellas; sus gargantillas, que cuelgan hasta cerca de la cintura, son de figuras de nácar, entreveradas frutillas, canutillos de carrizo y caracolitos. Las pulseras de la misma materia. Su ejercicio, así de los hombres como de las mujeres, es hilar hilo y pita delgada y gruesa; del delgado tejen fajas muy tupidas y las redecillas curiosas; del grueso tejen redes de que hacen unas talegas o bolsas para recoger el sustento y redes para pescas; los hombres hacían unas jícaras o bateas de hierbas muy tupidas para beber agua, de platos para comer y sombreros a las mujeres. Los grandes sirven para recoger frutillas y otros mantenimientos y para tostar en ellas sus frutillas con el afán de tenerlas en un continuo movimiento para que no se quemen. Su genio es muy vivo y despierto, y lo muestran entre otras cosas en mofar mucho cualquier barbarismo en su lengua, como lo hicieron con nosotros al predicarles. Después de estar domesticados, se llegan a corregirnos después de predicar, cualquier desliz en su lengua, en predicándoles algunos misterios contrarios a sus antiguos errores. Acabado el sermón, se llegan al padre, le reconvienen de lo que dijo y le arguyen y discurren a favor de su error con bastante apariencia, y a la fuerza de la razón se sosiegan con toda docilidad. Con estas luces del entendimiento muestran que no se deben contar entre los brutos que hay en aquel reino, de los cuales hay muchos y diversos, muchos que sirven al gusto o sustento; otros que sirven sólo de hermosear aquellos campos y montes con su variedad. [13]
Hasta aquí la relación escrita en 1702 del padre Píccolo. Por su parte, el propio Eusebio Francisco Kino menciona a los californios en la relación que hace de su entrada a las tierras de los naturales de la Alta California, recuérdese que su labor misionera la hizo en la parte norte del actual Estado de Sonora que limita con California y Arizona, provincias estadounidenses.
Porque los naturales más cercanos a ese desemboque [del río Colorado], así quiquimas como cutganes, coanopas, ahora y en otras ocasiones nos dieron varias conchas azules que sólo se dan en la contracosta y en la otra mar del sur, por donde viene la nao de China, y nos dieron ahora unas ollitas que poco antes habían traído de dicha contracosta; caminando diez horas de camino de continuada tierra del poniente. Porque los referidos naturales, y otros que vinieron a vernos desde lejos del sudoeste, nos dieron varias noticias de los padres de nuestra Compañía, diciéndonos cómo eran, de nuestro traje y vestuario, y que vivían allá abajo, al sur, en Loreto Concho, con los demás españoles, y de lo que comían aquellos indios guimies y edues o laimones, adonde estaban el padre rector Juan María Salvatierra y otro padre. Y habiendo yo preguntado de propósito si aquellos indios guimies y edues de allá abajo sembraban maíz y lo que era de su sustento, me respondieron que no sembraban maíz ni frijol, y que su comida era la caza, el venado, la liebre, el conejo, la cabra montesa, la pitahaya, la tuna y el mezcal y otra fruta del monte, y que los del poniente tenían conchas azules; cosas y noticias todas que, desde que hace diecisiete años, estuve allí y viví con aquellos naturales, me constaba eran verídicas. [14]
Francisco Xavier Clavijero, por su parte, brinda una vastísima información sobre los indios californios: físico, lengua, orígenes, comida, bebida, habitación, matrimonio, vestido, oficios, fiestas, religión, etc. Cita a los tres grupos étnicos más representativos de la península: los pericúes, los guaicuras y los cochimíes brindando la ubicación geográfica de cada uno. En general amplía notablemente los datos citados de Píccolo, por lo que prefiero, evitando de esta manera caer en lo repetitivo, transcribir únicamente el siguiente pasaje que nos muestra un curioso razonamiento hecho por un indígena californiano:
Poco después que los jesuitas empezaron a plantar sus misiones en la California envió un misionero a otro por medio de un indio neófito dos tortas de pan (regalo entonces muy apreciado por la escasez del trigo) con una carta, en que le hablaba de esta remesa. El neófito probó el pan en el camino, y habiéndole gustado le comió todo. Llegado a presencia del misionero a quien era enviado, le entregó la carta, y habiéndole reclamado el pan, negó haberle recibido, y como no pudiese adivinar quién había dicho aquello al misionero, se le advirtió que la carta era la que se lo decía, sin embargo de lo cual insistió en su negativa y fue despedido. A poco tiempo volvió a ser enviado al mismo misionero con otro regalo, acompañado también de una carta y en el camino cayó en la misma tentación. Mas como la primera vez había sido descubierto por la carta, para evitar que esta le viese la metió debajo de una piedra mientras devoraba lo que traía. Habiendo entregado al misionero la carta y siendo con ella convencido nuevamente del hurto, respondió con esta extraña simplicidad: Yo os confieso, padre, que la primera carta os dijo la verdad porque realmente me vio comer el pan; pero esta otra es una embustera en afirmar lo que ciertamente no ha visto. [15]
El jesuita misionero Ignaz Tirsch, según informa León Portilla, fue quien “primero estableció contacto con el gobernador Gaspar de Portolá que, desembarcado en San José del Cabo, el 30 de noviembre de 1767, venía precisamente a disponer la expulsión de los jesuitas de California. Finalmente se alude a su salida –con el resto de los misioneros- rumbo al destierro, el 4 de febrero del siguiente año.”[16] Eso explica el texto de Clavijero que fue escrito desde el exilio en Bolonia, Italia, como ya lo he mencionado. En nuestros días, las misiones jesuíticas forman parte del patrimonio arquitectónico de la Baja California Sur.
Actualmente, y a pesar del gran exterminio que se dio por abusos, epidemias y rebeliones, todavía existen algunos pueblos indígenas bajacalifornianos. Uno de los principales agravios fue el obligarlos a bucear para recolectar perlas en el mar. Estos pueblos originarios se hallan en la Baja California, que es la provincia norteña de esa península, en la Baja California Sur ya no hay más indígenas de los que conocieron los misioneros jesuitas en el siglo XVIII. Una triste visión en general del indígena bajacaliforniano que se encuentra en muy precarias condiciones. Hace veintiún años salió publicada esta abrumadora noticia:
En medio de cerros, arrinconados en desérticos parajes, cerca de mil 200 indígenas, agrupados en cinco grupos étnicos: kiliwas, kumiai, cucapás, pai pai y cochimíes, son testigos del paso del tiempo y de la acumulación de sus penurias. Comunidades ausentes de la modernidad, que sin embargo decidieron luchar por su supervivencia con el único objetivo de preservar su lengua y su cultura. Dotados de 300 mil hectáreas, sólo 50 de ellas son susceptibles de riego, la economía de estas etnias que se localizan en ocho comunidades -Arroyo de León, Santa Catarina, San Isidro, San José de la Zorra, San Antonio Necva, Juntas de NBají, Ejido la Huerta y El Mayor Indígena Cucapá- se basa en la ganadería que en forma exigua les genera eventualmente un ingreso mayor que el que les proporciona la recolección de semillas de la palmilla, de bayas, piñones o miel que comercializan a precios mínimos, si se considera que los acaparadores del producto –cualesquiera de ellos- logra mayores ganancias mediante la exportación para la industria farmacéutica, unos, o parta el consumo directo de los humanos, otros. Mención aparte merece el abuso de quienes encontraron en la ignorancia de los indios la oportunidad de aumentar su riqueza mediante el despojo de las mejores tierras que bajo el régimen comunal o ejidal les fueron entregadas por decreto presidencial, pero que antes heredaron directamente de sus antepasados.[17]
Diversas imágenes de los indígenas bajacalifornianos, su vestimenta tradicional, sus arcos y flechas, sus casas y su artesanía.
En este año 2013 que se despide de nosotros no ha cambiado mucho la lastimosa situación de los pueblos originarios de la Baja California. Afortunadamente, se han comenzado a realizar acuerdos entre diversas instituciones gubernamentales, como la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, y universitarias, como la Universidad Autónoma de Baja California, para tratar de rescatar su lengua, eso es importante porque, en particular, la cochimí, está a punto de desaparecer y eso resultaría terrible para nuestra gente indígena mexicana de esa bella península y, también, para sus conciudadanos mexicanos que respetamos su cultura y tradición.
CIUDAD DE MÉXICO, México, septiembre 27, 2011.- Ante el acelerado proceso de desaparición que vive actualmente la familia de lenguas yumanas: cucapá, kiliwa, pai pai y kumiai, los únicos cuatro idiomas indígenas vivos de Baja California, diversas instituciones académicas firmarán este jueves 29 de septiembre un convenio de colaboración, enfocado al desarrollo de acciones para el rescate de esas hablas nativas, entre ellas el registro y creación de un acervo sobre lenguas y culturas cochimí-yumana, así como su mayor difusión entre los niños y jóvenes.[18] [1] Según Marita Mart este término “Procedía un gran número de los piratas –nombre genérico para los hombres que desempeñaban este género de actividades– específicamente en el siglo XVII, del puerto holandés de Vlissinghen. En suma, el origen de la palabra sigue siendo tan elusivo como los individuos a los que se refería, sobre todo a lo largo del siglo XVII y principios del siglo XVIII.” [2] Eusebio Francisco Kino, Crónica de la Pimería Alta, Favores Celestiales, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1985, pp. 203-204. [3] Charles W. Polzer, Eusebio Kino, S. J., padre de la Pimería Alta, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1981, p. 9. [4] Eusebio Francisco Kino, op. cit., p. 213. [5] Ibid., p. 205. [6] Miguel León-Portilla, Estudio preliminar de la obra de Francisco Xavier Clavijero, Historia de la Antigua o Baja California, México, Editorial Porrúa, 1982, p. X. [7] Francisco Xavier Clavijero, Historia de la Antigua o Baja California, México, Editorial Porrúa, 1982, p. 71. [8] Ibid., pp. 6-7. [9] Miguel León-Portilla, Estudio preliminar, op. cit., p. XX. [10] Adam Schaff, Historia y verdad, México, Grijalbo, 1981, p. 267. [11] Eusebio Francisco Kino, op. cit., pp. 125-126. [12] Ibid., p. 126. [13] Ibid., pp. 128-129. [14] Ibid., pp. 104. [15] Francisco Xavier Clavijero, op. cit., p. 53. [16] Miguel León-Portilla, “Las pinturas del bohemio Ignaz Tirsch sobre México y California en el siglo XVIII”, p. 91, en Estudios de Historia Novohispana, Volumen V, México, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 1974, pp. 89-96. [17] Aurelio Garibay, corresponsal, “Cinco etnias de BC luchan por su lengua y su cultura”, México, Diario La Jornada, lunes 9 de noviembre de 1992. [18] “Rescatarán lenguas indígenas de Baja California”, http://setebc.wordpress.com/2011/09/30/rescatarn-lenguas-indgenas-de-baja-california/ (Consultado el 22 de diciembre de 2013).
Bibliografía y fuentes electrónicas:
Clavijero, Francisco Xavier, Historia de la Antigua o Baja California, México, Editorial Porrúa, 1982.
Doyce B. Nunis, Jr., The Drawings of Ignacio Tirsch, Dawson´s Book Shop (Baja California Travels Series, 27), Los Ángeles, 1972.
Garibay, Aurelio, corresponsal, “Cinco etnias de BC luchan por su lengua y su cultura”, México, Diario La Jornada, lunes 9 de noviembre de 1992.
Hambleton, Enrique, La pintura rupestre de Baja California, México, Fomento Cultural Banamex, 1979.
Kino, Eusebio Francisco, Crónica de la Pimería Alta, Favores Celestiales, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1985.
León-Portilla, Miguel, “Las pinturas del bohemio Ignaz Tirsch sobre México y California en el siglo XVIII”, en Estudios de Historia Novohispana, Volumen V, México, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 1974, pp. 89-96.
Mart, Marita, “Los ‘Pichilingues’ en las Costas Novohispanas”, Sección Historia de México, Revista México Desconocido, julio de 2013, http://www.mexicodesconocido.com.mx/los-pichilingues-en-las-costas-novohispanas.html (Consultado el 19 de diciembre de 2013).
“Rescatarán lenguas indígenas de Baja California”, http://setebc.wordpress.com/2011/09/30/rescatarn-lenguas-indgenas-de-baja-california/ (Consultado el 22 de diciembre de 2013).
Polzer, Charles W., Eusebio Kino, S. J., padre de la Pimería Alta, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1981.
Schaff, Adam, Historia y verdad, México, Grijalbo, 1981.
Las fotos de Cabo San Lucas y del pájaro de barro pai pai son de la autora de este escrito. Las imágenes fueron tomadas de:
http://vamonosalbable.blogspot.mx/2011/03/los-dibujos-del-padre-tirsch-sobre-baja.html (Consultado el 18 de diciembre de 2013).
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