Ternura, fugacidad, ardor, seducción. Pobre imbécil navegando en mi. Otras veces ingenuidad, hostilidad, rudeza. Pobre manipulador de fábricas arruinadas. Las noches me asustan, me revelan tantos secretos que quisiera parar de escucharlos, me decoran el pensamiento, lo manejan para llevarlo lejos de mi cuerpo, me separan de él y eso me produce una angustia que no soy capaz de superar solo. Las pastillas descansan en mi mesilla junto al las horas en las que no descanso porque el afán de encontrarme a mí mismo me hace estar en vela muchas noches. Siempre las tengo cerca para espantar mis miedos. A veces cuando las tomo, la angustia del recuerdo se desvanece, transformándose en olor de recuerdo que corre por mis entrañas como la sangre por mis venas. Soy un obseso. Las ideas hacen marca en las partes más recónditas de mis neuronas. Cuando las busco no aparecen. Otras cuando no quiero encontrarlas aparecen de pronto para torturarme. No hay defensa para mi lucha. Los escudos de pastillas no me protegen de mí mismo, es inútil luchar contra uno mismo, es inútil luchar contra tus pensamientos, contra tus sentimientos. Es inútil. Aún me turban el propósito, algunos recuerdos que no he conseguido olvidar. Algunos recuerdos que florecen en mi desde antes, desde ayer, desde ahora, desde mañana, desde siempre. Esas imágenes que quisiera borrar y lo único que hacen es agarrarse con más fuerza entre mi materia. Cuando evoco estos recuerdos, me duele el alma, me sangra la respiración y sin embargo disfruto tanto de ellos como un niño haciendo burbujas en la bañera. Acabo de mirar hacia la noche. Todo resulta familiar pero a la vez ajeno. Hoy saldré a beber. Me meteré en algún antro, dejaré galopar el alcohol entre mis arterias hasta que no pueda levantarme de la silla. Luego volveré a mi habitación, construida con las ruinas de mi mente, y vomitaré incontables veces en la taza del WC. Con un poco de suerte y si las piernas no me fallan, dormiré en la cama, apestando el colchón de olor agrio. Si no me quedaré abrazado a la blancura del sanitario y me despertaré con el sabor amargo de la resaca. Agarraré mis pastillas, me tomaré alguna al azar y despertaré del sueño de la bebida para bucear en el sueño de las píldoras. ¿Lloraré?. Me dejaré flotar en los brazos de la pena. Sufriré y ahogaré mis recuerdos una vez más en la oscuridad de la vida.
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