Un ropavejero andaba por
el camino, tiene los pantalones rotos, una sonrisa amarga y la barba crecida
como si nunca hubiera existido afeite. Cada vez que encontraba algo ,
soltaba los dientes, mostrando la carcomida dentadura.
El ropavejero tenía un muñeco
que le acompañaba todo el tiempo.
A veces le miraba preguntando:
-¿Es cierto que sonríes
siempre?- el muñeco apenas le hacía un guiño con
su ojo de vidrio. El ropavejero satisfecho seguía su camino.
Cuando encontraba una cruz de camino volvía de nuevo a ver al muñeco.
- ¿Adónde iremos amigo?-
separándose un poco del ropavejero y viendo hacía lo lejos,
señalaba el camino con el dedo enguatado por la felpa. Mientras
el ropavejero caminaba el muñeco se movía tambaleando en
su espalda.
Un día el muñeco desapareció
de pronto, el ropavejero le busco, volvió sobre sus pasos, encontró
apenas una borla morada. Con un alfiler se ha unido la borla, susurra
palabras al viento, comprendió todo en seguida ,el muñeco
había desaparecido en busca de otros caminos, desde entonces él
le guarda luto mientras sigue andando.
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