|
||
En la pared enfrente de la cama tengo colocada una lámina que compré en el Reina Sofía. Es un desnudo pintado por Roberto Balbuena años ha. Cuando me despierto, si tengo tiempo, me quedo contemplando ese cuerpo, con los pies situados en la esquina superior izquierda y la cabeza en la opuesta; flotando en la red. Sueño con encontrar esa mujer que no tiene un cuerpo como la pianista del playboy, pero que considero ya mía. Ayer entré en una cafetería y mientras ojeaba el Marca y me quemaba la legunda con el puñetero café... ¡qué dije templado coññño!...un ojo miraba a Irureta y el otro reparó en un cuerpo que bien podría ser el de Balbuena. Abandoné los lloros del vasco y recreé mi vista en la hembra descubierta. ¡Sí, era ella!. Me acerqué y le dije ...¡Balbuena!... Y ella me espetó un guantazo, supongo yo que por haber entendido mal, seguramente porque se imaginó que había dicho ¡tía buena! o algo parecido. Cuando me recompuse, le añadí el Prefijo "Roberto" al apellido mal entendido de tal señor y la pobre se dió cuenta de que había metido la pata...delantera derecha para ser más exactos. Obligada se sentía la púgil a recomponer el entuerto y me invitó a otro café. Le expliqué que todos los días soñaba con "esa" mujer, yo, que soy pintor y puedo sentir el beso suave del pincel sobre el cuerpo de "ella", lo cual ella encontró como muy romántico y aceptó a mostrarse para mí como si fuese la del cuadro..."pero no me pintes ¡eh!...."Mientras terminábamos el café, como observador enfermizo que soy (voyeur que diría el LorenzIV) reparé primero en sus manos, con uñas largas pintadas de color "rojo-putón". Su pelo hacía años que había sido permanentado y teñido de arcilla ("caoba" dicen ellas), los ojos tenían un kilo de negro postizo y tenía que alargar el hocico para no despintárselo en el borde de la taza. Me sentí mal conmigo mismo por haber sucumbido a unos pechos que flotaban debajo de una camiseta, luchando contra Newton y sus leyes. Pensó más rápido mi deseo sexual que mi espíritu y ahora tenía que soportar a una mujer ordinaria a la cual le había confesado mi gran amor secreto. ¡Qué dolor nos produce el sexo!....siempre despierto, siempre alerta. Nunca desfallece. Si te despistas un poco, te encuentras en un torbellino de atracción sexual en el que no tenías previsto caer. Nos fuímos a mi casa y le enseñé la lámina de Balbuena (por cierto, los que seáis de Madrid, para enter bien esta historia, no estaría de más, que le echáseis un vistazo), la cual descolgué y le dí la vuelta para que viese mi amada el pecado que estaba a punto de cometer. Hicimos el amor, vaya si lo hicimos. Quedamos varias veces más y ella se quedó...embarazada. Nos casamos, nació el niño, el sexo se fué espaciando cada vez más. Los celos hacia el cuadro aumentaron hasta que un día no pudo más y lo destruyó. Me acordé de Dorian Gray, pero no, la muy p... no ardió con él. Abandoné la pintura porque no podía traer modelos a casa: si eran mujeres estaba celosa, si eran hombres, me llamaba degenerado (y ella les daba su móvil).... ..¿quién habló de una chica Playboy que tocaba el piano?.....
|