El Museo Nacional de las Intervenciones
Martha Delfín Guillaumin,
23 de agosto de 2012
“
El presente escrito lo comencé a hacer en una primera versión a mediados de 1986, formaba parte de un trabajo académico para la clase de museología y museografía que figuraba entre las materias optativas de la currícula de la licenciatura de Etnohistoria. En esa época yo cursaba esa carrera en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Mi interés por el Museo Nacional de las Intervenciones en Churubusco fue por haberme enterado, gracias a la profesora que nos dictaba el curso, que éste había sido recién fundado en septiembre de 1981, pero que antes ese inmueble había sido utilizado con diversas funciones sociales desde la época colonial hasta ese entonces, e, incluso, en ese sitio había estado asentado un centro ceremonial dedicado al dios prehispánico Huitzilopochtli.
El trabajo inicial fue realizado por medio de investigación bibliográfica y documental, pero, también, a través del resultado de varias entrevistas con la jefa de museografía de ese entonces, la investigadora Yolanda Obregón, quien me proporcionó información muy valiosa sobre los usos del inmueble a los largo del siglo XX posrevolucionario. Incluso, me mostró diversas fotografías cuando éste fue destinado, a lo largo de la primera mitad de esa centuria, como Museo Histórico en una parte del edificio ex conventual. También me informó que luego, en 1965, se inauguró un Museo del Transporte. Este último se hizo con los automóviles antiguos que formaban parte del acervo del museo histórico; se construyeron dos crujías en la huerta del exconvento para colocar los vehículos en exhibición. Otros entrevistados fueron algunos visitantes al museo y ciertas profesoras de primaria que eran las guías en el museo cuando alumnos de diversas escuelas iban de visita al mismo; estas entrevistas las realicé en los meses de junio a septiembre de ese año de 1986. El escrito que en ese entonces realicé con la información recabada, además de hacerme obtener una nota calificatoria aprobatoria para la materia, me permitió incrementar mi conocimiento acerca de este magnífico Museo Nacional de las Intervenciones.
Recientemente, cuando he dictado el curso de historia colonial y decimonónica a los alumnos del Diplomado para Guías Generales de Turistas INAH-SECTUR en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, como parte del trabajo académico práctico solemos visitar este museo que nos sirve mucho para conocer la historia política y territorial de la República Mexicana.
Para profundizar en los datos históricos contemporáneos del Museo Nacional de las Intervenciones he recurrido a diversos textos como los de Daniel Escorza Rodríguez o a los artículos periodísticos que se incluyen en este escrito.
I. Historia y desarrollo Siglo XVI-Siglo XX
El Museo Nacional de las Intervenciones se encuentra en lo que antes fue el Convento de Churubusco. Sus instalaciones siempre se han destinado para el servicio de la comunidad ya sea como convento, como hospital o como museo. Es preciso señalar que a partir de la segunda mitad del siglo XX se han venido realizando renovados esfuerzos para conservar dichas instalaciones como patrimonio cultural de la República Mexicana.
El exconvento de Churubusco se encuentra ubicado al sur del Valle de México, precisamente en el área en donde los indígenas tenían un santuario dedicado a Huitzilopochtli, su máxima deidad. Esta voz se deriva de huitzitzilin, chupamirto o colibrí, y de opochtli, que significa siniestro o zurdo, y que hace referencia a los atributos de Huitzilopochtli como señor guerrero benevolente con quienes lo idolatraban, pero feroz con su serpiente de fuego sostenida en una de sus manos, la Xihucóatl, con los enemigos de su pueblo. En Churubusco, que es el nombre que los españoles prefirieron por el de Huitzilopochco, que era el altépetl de los mexica, es decir, uno de sus principales territorios políticos, administrativos, religiosos y sociales conformado por un poblado principal y sus pueblos y barrios sujetos, también de su espacio rural, que luego sería aprovechado por los conquistadores hispanos para crear en estos señoríos, con su sistema europeo de división geopolítica, a las cabeceras y parroquias, sus tierras del común y demás. Los vecinos de Churubusco en la época prehispánica cultivaban flores, frutas y producían sal que utilizaban en sus operaciones comerciales trocándola por otras cosas. Desde la segunda mitad del siglo XV, Churubusco [Huitzilopochco] fue un señorío tributario de México-Tenochtitlan.
El último gobernante de Churubusco fue Huitzilatzin II, que era quien gobernaba cuando los españoles conquistaron a Tenochtitlan en agosto de 1521 (Gibson, 1984: 42) Churubusco siguió formando parte importante de la ruta de paso entre la ciudad de México, ahora tomada por los españoles, Coyoacán, en donde se asentó temporalmente Hernán Cortés, y en general todo el sur del valle mexicano central. Junto con la expansión militar se dio la avanzada evangelizadora hispana, así, los franciscanos se instalaron en Churubusco y construyeron sobre el centro ceremonial indígena dedicado a Huitzilopochtli. Primero fray Juan de Zumárraga fundó el templo de San Mateo, en un sitio cercano a Churubusco. Más adelante, los franciscanos construyeron una ermita en el mismo lugar en donde estaba el teocali de Huitzilopochtli, esto se debió a que los indígenas iban con mucha asiduidad a seguir realizando sus antiguas prácticas en honor a esa deidad prehispánica. En 1538 fue construido sobre el basamento del templo indígena el Convento de Santa María de los Ángeles, que desde ese entonces fue reconocido como el Convento de Churubusco, nombre castellanizado de Huitzilopochco.
Más adelante, en 1576, los franciscanos descalzos de la Orden de San Diego, rama de la Tercera Orden de Franciscanos, los dieguinos, fueron los que se establecieron en Churubusco:
Estos frailes llegaron a la Nueva España con el propósito inicial de establecer un lugar de tránsito para después evangelizar el este de Asia, principalmente las islas Filipinas. Así, los dieguinos fundaron conventos y casas de formación en la cuenca de México con el fin de preparar a los misioneros que surcarían el Océano Pacífico. Uno de estos misioneros, por cierto, fue San Felipe de Jesús, considerado el primer santo de origen novohispano.
El origen de la Orden de San Diego lo encontramos en las reformas que impulsó San Pedro de Alcántara, bajo la advocación de San Diego de Alcalá. De ahí el nombre de dieguinos. De España, los dieguinos pasaron al nuevo continente. Después de una estancia en San Cosme, entre 1576 y 1587, se les otorgó un establecimiento, en éste último año, que consistía en una pequeña iglesia y una casa en el poblado de San Mateo de Churubusco. Casi un siglo después, en 1676, esta iglesia se reedificó y el convento se agrandó hasta el aspecto actual. Los establecimientos mendicantes dieguinos sumaron 16 conventos que formaron la Provincia de San Diego de México, erigida como tal en el año de 1602. (Daniel Escorza Rodríguez, 1996)
El templo del siglo XVI fue sustituido por otro y el convento fue ampliado a mediados del siglo XVII. La obra fue costeada por Diego del Castillo y Elena de la Cruz. Esto fue parte de las donaciones económicas benéficas, patronatos hereditarios, hacia las construcciones eclesiásticas por parte de las familias españolas y criollas favorecidas por la minería, los obrajes y el comercio. De esta forma, en el Convento de Santa María de los Ángeles Churubusco lo que se dio fue la ampliación del edificio y la decoración del templo, particularmente en los retablos con pinturas del artista novohispano Baltasar de Echave Rioja como las de la Virgen y San Ildefonso, o de pintores como Juan Correa o Antonio Rodríguez, quien fuera apodado en su época “el Tiziano de este nuevo mundo”, con el lienzo de las Ánimas del Purgatorio en la sacristía del templo.[1]
A pesar de haber resistido el proceso de secularización de las parroquias novohispanas durante el gobierno borbónico del siglo XVIII que le quitó mucha fuerza a las órdenes conventuales, y haber sobrevivido al desalojo de frailes durante la expulsión de españoles entre 1827 y 1829, los religiosos del Convento de Churubusco tuvieron que desalojar temporalmente las instalaciones del mismo cuando la ciudad de México sufrió la invasión estadounidense en junio de 1847. Esto se debió a que el edificio conventual era idóneo por su solidez y fortaleza para servir de bastión de resistencia frente al ejército enemigo, aunado a su ubicación estratégica en la confluencia de los caminos de Tlalpan y Coyoacán para garantizar la defensa de la ciudad capital. Desafortunadamente, el ejército mexicano, comandado por los generales Pedro María Anaya y Manuel Rincón, fue vencido el 20 de agosto de ese año por las fuerzas invasoras. Se contaba con el apoyo de los soldados irlandeses del Batallón de San Patricio, sin embargo, el parque que tenían era inadecuado para el tipo de armas de fuego con que se defendían. El número de prisioneros irlandeses fue de 85, la mayoría de ellos fueron ahorcados y los pocos que sobrevivieron padecieron el que su rostro fuera marcado con hierro candente. De manera personal, puedo referir que en cierta ocasión pude ver un cuadro decimonónico en el que se mostraba a los irlandeses que eran colgados mientras se efectuaba la batalla en Chapultepec, esto aconteció el 13 de septiembre de 1847 entre los invasores estadounidenses y los defensores del sitio a los que se recuerda como los Niños Héroes de Chapultepec porque se presume que varios de los defensores mexicanos eran menores de edad. Esa obra pictórica forma parte del acervo del Museo Nacional de las Intervenciones y estaba en una exposición en un edificio frente la Plaza de San Jacinto en el barrio de San Ángel de la Ciudad de México; en las calles que rodean esta plaza también hay inscripciones que recuerdan al Batallón de San Patricio.
Pero volviendo al tema que nos ocupa, la presencia de los militares invasores en el Convento de Churubusco durante 18 días fue de consecuencias terribles puesto que saquearon objetos valiosos de éste y de la iglesia. Además, destruyeron muebles y dañaron el edificio. Los dieguinos, al retornar al convento, tuvieron que reparar los desperfectos ocasionados por los soldados estadounidenses y abrieron de nuevo el templo al culto. En 1861 los frailes dieguinos fueron exclaustrados definitivamente del Convento de Churubusco cuando se impusieron las Leyes de Reforma de 1856 que despojaron a la Iglesia mexicana de muchos de sus privilegios y establecían la separación de ésta con el Estado. Particularmente, las órdenes mendicantes y seculares perdieron la propiedad de sus iglesias, conventos y archivos que pasó a manos del Estado.
Más adelante, luego de la intervención francesa de 1862-1867, el edificio ex conventual fue custodiado por veteranos de 1847. Si bien, desde la época del presidente Benito Juárez, en 1869, fue considerado un Monumento Nacional, posteriormente, en 1876, se destinó la construcción para ser utilizada como hospital militar de enfermos contagiosos hasta 1914. En julio de ese año, por instrucciones de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes que se mostraba preocupada por reconocer el valor y asegurar la protección del patrimonio cultural de la Nación, se realizó una inspección del exconvento y se comunicó que se hallaba en un estado ruinoso muy avanzado. Entre octubre de 1916 y febrero de 1917 sirvió como albergue de las fuerzas constitucionalistas de Guaymas, Sonora. Luego el edificio estuvo cerrado por un tiempo hasta que en noviembre de 1918 el presidente Venustiano Carranza autorizó que el inmueble se convirtiera en un museo de historia que rememorara la guerra de 1847 como lo había propuesto Jorge Enciso, inspector de Monumentos Artísticos e Históricos.
El Museo Histórico de Churubusco fue inaugurado el 20 de agosto de 1919 para conmemorar esa lucha decimonónica. El acervo se empezó a conformar con donaciones del Museo de Artillería, de la Escuela Nacional de Bellas Artes y de particulares, entre otras colecciones otorgadas al nuevo museo. También en las instalaciones del exconvento se inauguró una escuela primaria mixta llamada “Héroes de Churubusco” en mayo de 1920 y se abrió una escuela de pintura al aire libre que estaba vinculada al Movimiento Nacionalista de Artes Plásticas. En 1928, luego de los sismos de ese año, se hizo la primera reestructuración formal del inmueble. Así, con el objeto de corregir desplomes en los muros que apoyaban los envigados es que se integraron diversos elementos de fierro para reforzarlos. El patio de ascenso al exconvento se pavimentó con piezas de recinto que habían sido retiradas del patio principal de Palacio Nacional. Posteriormente, el 9 de febrero de 1933, fue declarado un inmueble legalmente protegido para asegurar su conservación y su mantenimiento como documento histórico y utilizarlo adecuadamente. Luego, en 1934, se restauró parcialmente a sus decoraciones murales, sin embargo, las obras de desagüe de la zona perjudicaron su estructura provocando hundimiento en el inmueble. En 1939, al fundarse el Instituto Nacional de Antropología e Historia fue que el exconvento de Churubusco pasó a depender de esta institución que ha asegurado desde entonces su conservación, su cuidado y su uso como un bien patrimonial. (Churubusco, una historia, 1986: 2-14)
Posteriormente, entre 1942 y 1943 el Museo Histórico de Churubusco tuvo que ser cerrado porque sus instalaciones mostraban un mayor hundimiento y debían apuntalarlo. En ese entonces exhibía una colección de vehículos que formaba parte del acervo patrimonial del inmueble. Desafortunadamente, la dimensión del problema estructural del edificio siguió en aumento, de tal forma que en 1947, al celebrarse el centenario de la defensa de Churubusco frente a las tropas invasoras estadounidenses, el Departamento del Distrito Federal, hoy Gobierno de la Ciudad de México, financió importantes obras de restauración que le había solicitado la Secretaría de Educación Pública. Esta restauración fue concluida en 1959 y consistió en la restructuración de los arcos, colocación de las vigas de acero en las pilastras, inyección en grietas y decoración de pilastras y cornisas. Estas obras de restauración fueron terminadas en 1959 y un año más tarde el templo de San Diego, la iglesia junto al exconvento, fue entregado a la custodia de los frailes franciscanos de Coyoacán, en cuyas manos ha permanecido desde ese entonces. (Churubusco, una historia, 1986: 15-16)
En 1965 fueron construidas dos crujías en la huerta norte del exconvento para exhibir de manera adecuada los automóviles antiguos que formaban parte del acervo del Museo Histórico de Churubusco, en una especie de Museo del Transporte al lado del aquél. Las instalaciones del exconvento también fueron utilizadas para dar cabida al Departamento de Restauración del Patrimonio Cultural y al Centro Regional Latinoamericano de Estudios para la Conservación y Restauración de Bienes Culturales Paul Coremans-México-UNESCO. La Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía Manuel del Castillo Negrete del Instituto Nacional de Antropología e Historia, la ENCRyM, fue fundada como resultado de haberse establecido este Centro Regional Latinoamericano en el exconvento de Churubusco en su momento. (Churubusco, una historia, 1986: 17) Hace cerca de 4 años dicté clases de metodología en el Seminario de Tesis, de la Licenciatura en Restauración en la ENCRyM y me asombré por la belleza arquitectónica moderna del nuevo edificio en la que está instalada y que se encuentra a pocos pasos del Museo Nacional de las Intervenciones.
Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía Manuel del Castillo Negrete del Instituto Nacional de Antropología e Historia[2]
Entre 1970 y 1972 se realizaron nuevas obras de restauración en el inmueble del exconvento que consistieron en la sustitución de entrepisos y techumbres por lozas de concreto en determinadas áreas. También en los trabajos de carpintería, herrería, pintura e instalaciones. Así, de esta forma, la planta baja del exconvento siguió siendo destinada al Museo Histórico de Churubusco, mientras que en la planta alta se instalaron las oficinas de la Dirección de Monumentos Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Posteriormente, en 1975-1976, debido a la inseguridad a la que estaba expuesta parte de las colecciones del museo y que algunas áreas del inmueble todavía no habían sido restauradas, de nueva cuenta el museo fue cerrado para un nuevo proceso de restauración. A mediados de 1980, se emprendieron otras tareas de restauración que formaron parte del proyecto de creación del Museo Nacional de las Intervenciones en las instalaciones del exconvento de Churubusco:
El proyecto del Museo Nacional de las Intervenciones requirió la integración de un equipo interdisciplinario formado por arquitectos restauradores, historiadores, museógrafos y restauradores. Para este efecto los arquitectos retomaron el hilo de las restauraciones anteriores y llevaron a cabo los trabajos necesarios: conclusión de la restauración de techumbres, instalaciones eléctricas especializadas para fines museográficos, instalaciones hidráulicas y sanitarias; acabados finales tales como pintura, pavimentos, guardapolvos, zoclos y consolidación de pintura mural. Este último rubro fue acometido por restauradores especialistas, trabajadores y alumnos del Instituto, quienes además se encargaron de los trabajos de conservación y restauración de las colecciones, con el fin de presentarlas en óptimas condiciones. Paralelamente se inició la elaboración del guión histórico y con posteridad el museográfico; este último respetó los elementos arquitectónicos del edificio, con la doble finalidad de que el público visitante pudiera apreciar tanto dichos elementos como la exposición misma, la cual presenta la lucha del pueblo mexicano contra las intervenciones extranjeras durante el siglo XIX y principios del XX. (Churubusco, una historia, 1986: 17-18)
Según me refirió la museógrafa Yolanda Obregón a mediados de 1986 durante las entrevistas que le hice, el proyecto de creación del Museo Nacional de las Intervenciones fue elaborado y propuesto en 1978 por el destacado intelectual Gastón García Cantú, en ese entonces director del INAH y especialista en intervenciones extranjeras, junto con la notable historiadora Eugenia Meyer. El presidente en ese momento era José López Portillo y fue quien atendió la solicitud para rescatar el edificio del exconvento y hacerlo un museo que tuviera una mayor relación con los hechos importantes en él acaecidos, particularmente la batalla contra los invasores estadounidenses del 20 de agosto de 1847.
Además de la urgencia de iniciar la restauración del inmueble, se sumó la de conseguir colecciones para integrarlas al acervo que tenía entonces el Museo Histórico. Esta donación provino no sólo de otros museos y sitios históricos, sino de colecciones privadas. Se formaron diversos equipos de trabajo, por ejemplo, 5 historiadores bajo la dirección de García Cantú para determinar los temas; otro fue de arquitectos restauradores y uno más de museografía bajo la supervisión del reconocido museógrafo Mario Vázquez Ruvalcaba y de Luz María Colombres, maestra en Historia del Arte y directora del Museo Histórico en ese momento, y que fue quien consideró la necesidad de la restauración del inmueble para poder fundar el nuevo museo.
Por otra parte, la museógrafa Obregón me informó que se realizaron investigaciones bibliográficas y diversos viajes para consultar otros archivos. De esta forma fue que se hizo el guión temático para el museo:
1. Introducción: alegoría para despertar el sentido nacionalista, para rescatar el nacionalismo, la “no intervención” que se había perdido y la necesidad de recordarlo. 2. Sala de Antecedentes o Introducción por tratarse de varias intervenciones armadas. 3. Se investiga la época y se cubren huecos como el incluir la intervención del brigadier español Isidro Barradas en 1829 y la defensa del general Santa Anna de las provincias de Tamaulipas y Veracruz. 4. Luego se empieza cronológicamente con las primeras intervenciones extranjeras. Verbigracia, la intervención francesa de la Guerra de los Pasteles en 1838-1839, la estadounidense de 1846-1847, la francesa del II Imperio durante 1864-1867, la estadounidense de 1914, por mencionar algunas. 5. La Sala de la República Restaurada, que en ese momento no satisfacía del todo a la museógrafa informante Yolanda Obregón. 6. El Porfiriato. 7. La prensa liberal. 8. Termina con la Intervención estadounidense de 1914. Se abarca un poco acerca de lo punitivo y, como conclusión, algo sobre la situación del mundo en ese entonces (1981-1986).
El museo poseía pocos objetos en su acervo y un cúmulo de fotografías para su exposición permanente. Precisamente, el exceso de las fotografías mostradas en las salas podría haber tenido como resultado un museo estático. Esa fue la razón por la que se empezaron a exponer objetos de época que eran parte de las colecciones que el Museo Nacional de las Intervenciones recibiría en forma de préstamo de parte de otros museos por períodos de 3 meses, aproximadamente, para las exposiciones temporales.
Algo muy importante que me comunicó la museógrafa Obregón fue que se empezó a considerar al edificio del exconvento de manera museográfica para que el público visitante lo apreciara como una construcción y un lugar históricos desde el momento de la inauguración del Museo Nacional de las Intervenciones en 13 de septiembre de 1981. Es decir, se consideró que museográficamente se podía rescatar al edificio para que los espectadores disfrutaran de dicha construcción y, al mismo tiempo, lo respetaran por su carácter histórico como un antiguo convento convertido en un museo. Esto explicaba el porqué la museografía conservaba los colores del edificio. Sin embargo, se olvidó la cuestión de la infraestructura para los talleres y las oficinas. Sólo se disponía de un lugar respectivamente para el director, la secretaria, el curador, el intendente, los custodios de las salas (que entonces eran policías bancarios), los jardineros, trabajadores de antaño en el INAH, y los boleteros.
Los miembros del museo, luego de la inauguración, se percataron de la falta de un concepto didáctico para la exposición permanente. Por ejemplo, se llegó a usar simbología como la de una cadena para indicar la esclavitud y el público debía con eso darse por satisfecho. Esto explica la razón por la cual, a partir de diciembre de 1981, se empezaron a integrar investigadores y especialistas del tema histórico mexicano entre los trabajadores del museo.
La museógrafa Yolanda Obregón también me manifestó su preocupación por los problemas que entonces se padecían en el museo como la falta de escaleras de seguridad o la ausencia de tomas de agua. El Museo Nacional de las Intervenciones, al principio, cuando ella ingresó a fines de 1981, no tenía actividades recreativas. Como consecuencia del escaso acervo no había tema del mes que permitiera que el museo tuviera flexibilidad. Sólo estaba la exposición permanente y por la falta de difusión para dar a conocer al Museo Nacional de las Intervenciones, resultaba muy escaso el público asistente. No llegaban visitantes locales ni turistas nacionales o extranjeros. Entre otras cosas, no se había realizado ningún estudio socioeconómico para saber a quién iba dirigida la información que el museo brindaba a través de su exposición.
Con el tema del mes se vio la posibilidad de hacer un museo más flexible, se pensó mostrar un edificio de tipo tradicional con artesanías para rescatarlo. La museógrafa tuvo la idea de montar en el exterior del exconvento a un Nacimiento navideño, la gente del museo participó animadamente y el público que acudió a ver el Nacimiento tuvo una motivación para entrar al edificio. Fue entonces que los investigadores del equipo de trabajo y la museógrafa pensaron que se debía “perder el respeto” al edificio y no caer en la actitud tradicional de darle más importancia al objeto, sino hacer que el espectador de metiera dentro de los hechos históricos. Esto dio como resultado, a pesar de la falta de difusión, que el público aumentara sus visitas al museo.
Posteriormente llegaron profesores comisionados al Departamento de Servicios Educativos para brindar las visitas guiadas a los alumnos de las escuelas visitantes. La comunidad vecina empezó a reaccionar favorablemente ante el nuevo museo y volvieron a sentir que éste formaba parte de sus bienes culturales. La Delegación Política de Coyoacán comenzó a solicitar el huerto del exconvento para realizar representaciones teatrales y eso ayudó bastante a la difusión del Museo Nacional de las Intervenciones. Desafortunadamente se trabajaba sin recursos financieros suficientes.
En octubre de 1984 cambió la administración del Museo Nacional de las Intervenciones y fue nombrada a la investigadora Mónica Cuevas como directora del mismo. Entonces se vio la necesidad de reestructurar la información permanente, pero que también existían otras prioridades como los talleres, tener un promotor de difusión, efectuar la remodelación en su segunda etapa que mejoraría el aspecto del museo. Afortunadamente muchas de estas tareas fueron cumplidas satisfactoriamente a lo largo del tiempo que ha transcurrido desde entonces hasta hoy día.
II. El Museo Nacional de las Intervenciones en la actualidad Aniversario por lo treinta años de su inauguración el 13 de septiembre de 1981
El 13 de septiembre de 2011 se celebró el trigésimo aniversario de la fundación del Museo Nacional de las Intervenciones. Lo interesante es percatarse de que de nueva cuenta se realizaron más remodelaciones como las hechas a dos salas de la parte alta del exconvento. La periodista Ana Mónica Rodríguez nos informa que a “dichas salas se les incorporó equipo multimedia para hacerlas más atractivas, sobre todo para los jóvenes, puesto que desde la apertura del recinto, en 1981, no se había modernizado.”
Otra innovación importante efectuada en las instalaciones del inmueble fue la apertura del Archivo Histórico del exconvento, es decir, los documentos antiguos han quedado resguardados en un espacio académico adecuado para poder ser consultados por los interesados de otros centros de investigación, esto lo comenta Daniel Escorza Rodríguez en sus excelentes trabajos históricos sobre este archivo.
Asimismo, se han abierto otros espacios que antes estaban cerrados al visitante como sería el refectorio o se ha montado una cocina para que el público visitante pueda recrear la manera como preparaban los alimentos y eran alimentados los religiosos del ex-convento de Santa María de los Ángeles de Churubusco. En cierta ocasión que visité el museo para conocer las nuevas salas y la cocina conventual fue que el guía nos explicaba el uso de los fogones, de los utensilios, de las sartenes, de las ollas y del garabato. También nos informó acerca de los esclavos que se encargaban de la limpieza y el servicio personal de los frailes. Y si bien las mujeres eran quienes preparaban la comida, seguramente las indígenas vecinas que cumplían su semana en el convento, es decir, el servicio de trabajo que se tenía que hacer en la iglesia y el convento por turnos que fijaban los religiosos, también los esclavos africanos varones cocinaron algunos platillos que en su lugar de origen eran habituales, particularmente, usando como ingrediente lo que quedaba de los puercos con los que los religiosos preparaban jamones. Esto que sobraba era el cuero y la sangre a la que los esclavos convertían en chicharrón y morcilla. A la carne sobrante la freían en su propia grasa para hacer lo que hasta la fecha en México es conocido como carnitas. Ana Mónica Rodríguez en su artículo periodístico sobre el Museo Nacional de las Intervenciones nos refiere que:
Los elementos que se observan desde que se cruza el umbral del ex convento son el huerto, los baños y la cocina de los frailes –con estufa, fogón y despensa de la época–, tres lugares específicos para el cuidado de la salud que interesaba sobremanera a los religiosos. Los jardines, el área para comer y las celdas de los dieguinos están enmarcadas por pinturas al fresco y ventanas en donde se observan vestigios y pisos originales. En la planta alta se hallan pinturas al óleo de gran formato e inicia la explicación de las intervenciones con fotografías, litografías, mapas, libros, cartas y retratos de los personajes de la época. (Ana Mónica Rodríguez, La Jornada, lunes 27 de febrero de 2012)
En este mismo artículo, la periodista nos informa sobre los que la actual directora del Museo Nacional de las Intervenciones, Enriqueta Cabrera, le comunicó mientras la entrevistaba: “Con la renovación se pretende construir un puente museográfico que permita al público visitar las salas del convento y el área dedicada a las Intervenciones, de manera que parezcan temas distintos.” De hecho, bajo la coordinación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Antropología e Historia se restauraron las instalaciones reestructurándose un 90% de su espacio y la propuesta museográfica, actividades que formaron parte de la celebración del trigésimo aniversario del museo. Esta reestructuración incluyó la restauración, conservación y limpieza de alrededor de 500 piezas históricas y la implementación de elementos multimedia según se informó a través del Comunicado de Prensa N° 722 del INAH.
Merced a los cambios que se realizaron, como la renovación de once de las salas, es que es posible apreciar que en la planta baja del museo se exhibe una colección de arte sacro de los siglos XVII y XVIII que está conformada por óleos y esculturas, entre los que destacan una imagen de pasta de caña conocido como el Cristo de Churubusco y el óleo “Coronación de la Virgen” de Juan Correa.[3]
Así como hace treinta años fue a través de la exposición temporal de un Nacimiento navideño en la parte exterior del exconvento que se logró que la gente se acercara a visitar el Museo Nacional de las Intervenciones, hoy en día las personas se aproximan gustosamente porque se puede disfrutar la música de la Banda de Gaitas del Batallón de San Patricio todos los domingos en la Plaza Batallón de San Patricio, lo mismo que de las exposiciones temporales en el interior del museo como la de la Tercera raíz y la Independencia a fines del 2010 y principios del 2011 o la exposición temporal de Los doce apóstoles del taller novohispano de Juan Miranda que se montó para celebrar su trigésimo aniversario. Además, se dan cursos de verano a los niños en el recinto del museo durante sus vacaciones escolares como el recientemente ofrecido a niños de 6 a 12 años con diversas actividades en los campos de teatro, música, pintura y cocina sobre el tema "150 años de historia: la intervención francesa".[4] Otra actividad muy importante para que los visitantes del museo pasen un rato agradable es el papel interpretativo de diversos actores que recrean a los personajes involucrados en la historia del recinto:
Como una original experiencia lúdica, nació el programa
Juglares en el Convento,
en el que se combina la actuación dramática con una visita guiada a un
museo. De esta forma, niños y jóvenes tienen la oportunidad de acercarse a
la historia en forma vivencial, convirtiendo la visita en una experiencia
divertida y placentera. Con lo anterior, se estimula su curiosidad y su
deseo de saber más.
Para concluir este texto me gustaría decir que realmente me sirvió de mucho el haber podido conocer al Museo Nacional de las Intervenciones en 1986 y apreciar que los proyectos museológicos y museográficos iniciales se han incrementado y reforzado desde ese entonces. Todo parece indicar que los visitantes, entre los que me incluyo, seguirán gozando de una experiencia estética y reivindicativa del pasado histórico mexicano.
Fuentes
de la Garza, Luis Alberto, “Algunos problemas en torno a la formación del Estado mexicano en el siglo XIX”, en Revista Estudios Políticos, Vol. 2, 1983, pp. 15-26.
Escorza Rodríguez, Daniel, “El Archivo Histórico del Convento de Churubusco”, en México Desconocido, México, N° 15, octubre-noviembre de 1996.
Escorza Rodríguez, Daniel, Guía general del archivo Histórico del Ex-convento de Santa María de los Ángeles de Churubusco, México, INAH-CONACULTA, 1999.
Churubusco, una historia, Museo Nacional de las Intervenciones / Dirección de Monumentos Históricos, INAH, Folleto informativo, México, 1986.
Frías, Heriberto, La guerra contra los gringos, Cónica General de México/Leega-Júcar, 1984.
Gibson, Charles, Los aztecas bajo el dominio español, México, Siglo XXI Editores, 1984.
González Navarro, Moisés, Anatomía del poder en México, 1848-53, México, COLMEX, 1977.
Obregón, Yolanda, museógrafa en 1986 del Museo Nacional de las Intervenciones, entrevistas personales, junio-julio de 1986.
Rodríguez, Ana Mónica, “Solemne y lúdico, el Museo Nacional de las Intervenciones”, La Jornada, Ciudad de México, D.F., lunes 27 de febrero de 2012.
Fotografías
4 fotografías tomadas por Martha Delfín Guillaumin en 1986 (1) y 2010 (3).
http://www.inah.gob.mx/index.php?option=com_videoflow&task=play&id=469 (15 de agosto de 2012).
http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/5d1243283c3bd0bfd0cda0813dee7050 (19 de agosto de 2012).
http://www.conaculta.gob.mx/sala_prensa_detalle.php?id=19890 (19 de agosto de 2012).
http://www.inah.gob.mx/index.php/especiales/221-museo-nacional-de-las-intervenciones- (19 de agosto de 2012).
[1] http://www.ugr.es/~histarte/investigacion/grupo/proyecto/TEXTO/lazaro1.pdf, 17 de agosto de 2012. [2]http://gonzalogomezpalacio.com/site/index.php?option=com_content&task=view&id=22&Itemid=27 (18 de agosto de 2012) [3]http://www.travelbymexico.com/blog/12331-el-museo-nacional-de-las-intervenciones/ (19 de agosto de 2012). [4]http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/5d1243283c3bd0bfd0cda0813dee7050 (19 de agosto de 2012). [5]http://www.inah.gob.mx/index.php/especiales/221-museo-nacional-de-las-intervenciones- (19 de agosto de 2012). |