Una vez que las perlas
han perdido su oriente o brillo natural o, como popularmente se
dice, “enferman o mueren”, es absolutamente imposible devolverlas a su
estado anterior.
Incluso hoy en día, en
pleno siglo XXI, se ha intentado devolver el oriente por diversos
métodos científicos, todos ellos sin ningún resultado satisfactorio.
Siguiendo unos pequeños consejos, podremos mantener a nuestras perlas en
perfecto estado y con ese brillo tan peculiar y especial que las
caracterizan.

Antes de estos
consejos, esclarecer que la perla es un ser vivo; una perla y el nácar que
la recubre son, sencillamente, materia orgánica, y lo peor que puede
ocurrir es su desecación.
Los primeros síntomas de la “enfermedad o
muerte” de una perla es la pérdida paulatina de su brillo: comienza por
tornarse mate; seguidamente, surgen fisuras y grietas en el nácar y puede
llegar a perder trozos u “hojas” de éste o incluso quedarse sin él.
Con unos pequeños
cuidados, podemos prolongar la belleza y la vida de una perla, que se
estima en unos doscientos años, aunque existen joyas de varios siglos
anteriores que se encuentran en perfecto estado de conservación.
Evitar el contacto
directo con
perfumes, alcoholes, maquillaje, cosméticos, lacas, jabones, etc, es el
primer consejo que podemos poner en práctica para evitar la destrucción de
la espectacularidad de nuestras perlas:
Nunca debemos
ducharnos o lavarnos con las perlas puestas.
Cuando nos apliquemos perfume, siempre
hacerlo antes de colocarse cualquier joya con perlas (pendientes,
collares...). Una vez aplicado, esperar unos minutos.
A la hora del
maquillaje, laca o cualquier otro cosmético, seguiremos la misma pauta
que con los perfumes. Aplicaremos, en primer lugar, el maquillaje, laca
o cosmético que proceda y, después, podremos ponernos nuestras perlas. |
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Recalcamos: nunca
ducharse o bañarse con las perlas. Aunque necesitan agua, los jabones y
champúes atacan bruscamente a la perla.
Conservar y guardar
las perlas de un modo correcto es el segundo consejo:
Nuestras perlas deben
ser conservadas en un lugar con temperatura constante o, en su defecto,
allí donde no se produzcan cambios bruscos en ésta. Evitaremos, de este
modo, una desecación excesiva de las mismas. Enemigo a evitar:
radiadores y estufas.
A la hora de
guardarlas, siempre impediremos que entren en contacto con el resto de las
joyas para evitar fricciones que puedan derivar en ralladuras en el nácar
de la perla. Esto es debido que la perla es mucho más blanda que los
metales con los que están fabricadas las joyas.
Por último, si es
posible, las envolveremos en una gamuza de algodón, terciopelo, gasa, etc,
pero nunca en una caja o estuche estanco: las perlas necesitan transpirar.
Limpiarlas después de
su uso es
nuestro tercer consejo:
Además de las
implicaciones derivadas de la utilización de cosméticos, las grasas
naturales que segrega el cuerpo humano pueden perjudicar a las perlas.
También la sudoración les afecta en mayor o menos medida -dependiendo de su
acidez-, por lo que, después del uso de las perlas, las frotaremos
delicadamente con una gamuza muy suave mojada en agua. Si es preciso,
añadiremos un poco de jabón con un pH similar al del agua (pH 7) y
procederemos a limpiarlas, eliminando así los residuos naturales de nuestro
cuerpo y los restos de cosméticos que puedan haberse quedado en ellas.
Mantenerlas
periódicamente
es nuestro cuarto y último consejo:
Además de la limpieza
con agua después de cada uso, si permanecen largos períodos de tiempo sin
ser utilizadas, es conveniente mantenerlas una vez al año, ya sea con una
gamuza humedecida o, directamente, agua.
El agua es fundamental
para evitar la desecación de la perla. Sin embargo, aunque las
perlas agradecen el contacto con el agua, nunca debemos de dejarlas
sumergidas en ella, ya que esto perjudica gravemente al hilo de pasado.
En caso de tener un collar
de perlas, observemos el hilo de pasado y los nudos del collar. Esta
operación es sencilla y podremos ver si existe más separación de la
necesaria entre perlas. De ser así, llevaremos nuestro collar a una
joyería para que se realice nuevamente la operación de pasado
(siempre con nudos). No obstante, si el uso de un collar de perlas es
frecuente o habitual, el periodo normal de tiempo para volverlo a
pasar no debería exceder de un año; si su es uso poco habitual,
podríamos alargar el tiempo entre 3 y 5 años. |
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Si el hilo de pasado
se encuentra sucio, bajo ningún concepto debemos intentar limpiarlo. Nos
evitaremos grandes disgustos solicitando a un experto la operación
explicada anteriormente.
En siguientes
artículos, trataremos de explicar los diferentes tipos de perlas que
existen y las diferencias que concurren entre ellas, y también los tipos de
cultivo y sus procesos.
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