El proceso de romanización en la comarca de Lorca se generaliza al finalizar la segunda guerra púnica (206 a.C.), a partir de la asimilación por los romanos de los pequeños poblados en llano preexistentes (Carril de Caldereros, Torre de Sancho Manuel, La Fuensanta, Los Cantos de Dª Ines), que desarrollaban una economía basada fundamentalmente en la explotación agrícola de las fértiles tierras regadas por el Guadalentín, Vélez y Turrilla. El aprovechamiento de los recursos naturales del territorio potenciará la creación de nuevos núcleos de explotación (villae), junto a las fértiles tierras próximas a las vías principales de comunicación. Un claro ejemplo del patrón de asentamiento romano en el valle del Guadalentín se ha documentado en las inmediaciones del Camino Real o Camino de los Valencianos, donde se suceden las villae (La Balsica, Torre de Sancho Manuel, La Malvaloca, Altobordo, Ermita de los Carrascos, Casas Blancas, La Escarihuela, Pozo Higuera, etc.) a lo largo del recorrido de esta vía que desemboca en el valle del Almanzora.
OLLA Y JARRO TARDORROMANOS (RAMONETE Y LOS ORIVES). |
La Paz Romana que reina en el imperio durante dos siglos y medio, trae consigo una prosperidad económica que hace que se difundan por las provincias las modas imperantes en la península Itálica. Algunos prósperos propietarios afincados en el Valle del Guadalentín incorporan en sus residencias ricos programas ornamentales, consistentes en pavimentación de mosaicos y decoración parietal a base de estucos como se ha documentado en las excavaciones de la Quintilla.
CAZUELA Y TAPADERA DE SIGILLATA DE COCINA |
El único núcleo urbano mencionado en las fuentes antiguas (Itinerario de Antonino y Concilio de Elvira) para la Comarca del Alto Guadalentín es la ciudad de Eliocroca. El estado actual de la investigación nos permite plantear que Eliocroca pudo ser el topónimo del importante poblado ibérico que ocupó el Cerro del Castillo y sus laderas. Tras la conquista romana el asentamiento en el Cerro quedaría disminuido al vncularse la población indígena a los núcleos rurales de explotación distribuidos por el valle del Guadalentín. A partir del s. III d.C. Eliocroca volvería a poblarse por las gentes llegadas del medio rural que huían de la presión de los grandes poseedores y buscaban la protección en un momento de crisis. La población hispanorromana fue configurando un importante núcleo urbano entorno al Cerro del Castillo durante los siglos IV al VII d.C.
CUENCOS Y LUCERNA.
El poblamiento tardorromano distribuido por la comarca del Alto Guadalentín fue eminentemente rural, distinguiéndose dos tipos de enclaves: la típica villa rural de tradición altoimperial y los poblados en altura.
CUBILETE DE PAREDES FINAS (LA FUENTECICA DEL TIO GARRULO). |
La villa fue el centro de explotación de un terreno, disponiendo junto a la vivienda lugares para el almacenamiento del grano en forma de silos, prensas y balsas para la extracción del aceite y, toda una serie de estructuras que permitieran explotar los recursos agrícolas y ganaderos. Los emplazamientos en altura con mayores garantías defensivas, mantienen una estratégica situación de control de un extenso territorio, pero a diferencia de las villas se alejan de las vías de comunicación e intentan una mímesis con el terreno. |
RECONSTRUCCIÓN PARCIAL DEL SEPULCRO DE FRISO DÓRICO DE LAS HERMANILLAS. ESTA TUMBA DEBIÓ PERTENECER A UN RICO HACENDADO ROMANO QUE SE MANDÓ CONSTRUIR UN MONUMENTO FUNERARIO, SIGUIENDO LAS MODAS IMPERANTES EN ROMA.
La explotación cerealista, vinícola y olearia destacó entre los cultivos practicado por los hispanorromanos de esta comarca. Para ilustrar esta importante producción agrícola se ha montado un panel con varios contenedores de transporte (ánforas) y algunos recipientes de almacenamiento (dolias), así como, algunos molinos de rotación, tan abundantes en la mayoría de los yacimientos romanos lorquinos.
El tipo de enterramiento practicado por los primeros romanos que se instalaron en el valle fue la incineración. Los restos del cadáver después de que ardiera en la pira eran introducidos en una urna junto a la que se depositaban otros objetos (lucernas, ungüentarios, jarras, monedas, etc.) que completaban el ritual funerario. Las urnas y jarras cerámicas expuestas proceden en su mayor parte de necrópolis rurales (Aguaderas, Casa de las Ventanas) vinculadas a las villas diseminadas por la comarca del Alto Guadalentín.
Sobre las tumbas los romanos colocaban lápidas sepulcrales semejantes a la expuesta de L. Rubellius Philostratus y C. Placida.
UNGÜENTARIOS DE CERÁMICA Y CRISTAL. |
La epigrafía latina también está representada en esta sala con la lápida conmemorativa de M. Calpurni y con la ilustración del miliario de Augusto, ubicado en las proximidades del Museo (Plaza de San Vicente).
La tumba infantil de la necrópolis de la Torrecilla ilustra el rito de la inhumación que se generalizó a partir del s.III d.C. Otro tipo de sepultura se documentó en la necrópolis de la Corredera, con la tapadera formada por tégulas de gran tamaño.
Las características de la vida cotidiana son abordadas en esta vitrina presentando algunos de los múltiples objetos de uso diarios en una villa romana. Cerámicas de cocina y almacenamiento, pesas y plomadas, utillaje, etc., permitieron el desarrrollo de las actividades diarias en una explotación romana. Es destacable el conjunto de cerámicas comunes de Venta Ossete (s.IV d.C.), el tesorillo monetario del Aljibe de Poveda (s.III d.C.) y el sello de Los Cantos de Dña. Ines.
Una de las actividades directamente relacionadas con la mayoría de los enclaves romanos distribuidos por la comarca de Lorca fue la agricultura. La exposición de algunos molinos de rotación intenta resaltar la importancia de esta actividad en la vida de aquellos hispanorromanos que poblaron el valle del Guadalentín.
CUENCO DE TERRA SIGILLATA CLARA A Y CAZUELA DE TERRA SIGILLATA DE COCINA.
Las primeras cerámicas romanas llegan a la Península Ibérica en el s. III a.C. procedentes de la Campania Italiana. estas cerámicas de Barniz Negro continuarán importándose hasta la mitad del s. I a.C. en que fueron sustituídas por una nueva cerámica de barniz rojo denominada terra sigillata, nombre dado por la marca (sigillum) impresa en la mayor parte de los vasos. La sigillata más antigua y de mayor calidad recibe el nombre de aretina debido a que teóricamente toda ella fue fabricada en Arezzo. Pronto estos productos de gran aceptación fueron imitados en talleres de la Galia y de Hispania.
A partir del s. II d.C. comienza a producirse en talleres norteafricanos un tipo de cerámica con un barniz rojo anaranjado que recibe el nombre de cerámica clara. este tipo de cerámica se continuó fabricando hasta el hundimiento del poderío romano y la desarticulación del comercio a gran escala que se produce en el Mediterráneo occidental en los siglos V y VI d.C.
La importancia de la terra sigillata para los arqueólogos radica fundamentalmente en su utilidad para fechar los yacimientos romanos a partir del s. I a.C.
La cerámica romana fina esta documentada en todos los yacimientos romanos del municipio. En la exposición destacan las sigillatas tardías del Cerro del Castillo.
SELLO DE PANADERO CON REPRESENTACIÓN DE UN CAMELLERO O COMERCIANTE RELACIONADO CON EL POSIBLE TRANSPORTE DE ÁNFORAS QUE LE PRECEDEN EN LA IMAGEN. |
Junto a la típica vajilla cerámica de lujo (sigillatas) se utilizaba una amplia variedad de cerámicas comunes que facilitaban usos y costumbres de la vida cotidiana. estas cerámicas en algunas ocasiones imitan las formas de las sigillatas, pero mayoritariamente presentan formas relacionadas con su uso. Algunos de los tipos de cerámica común de los siglos I al IV d.C. están representados en las vitrinas 1 y 2. Entre el material tardorromano expuesto en la vitrina 5 destacan un conjunto de cerámicas toscas procedentes de Los Orives, cuyas características tipológicas y formales perviven tras la llegada de los musulmanes.
EN ESTA CARA UN LEÓN Y ALGUNAS REPRESENTACIONES VEGETALES ENTRE LAS QUE SE DISTINGUE UNA ESPIGA. |
Completan la presentación de la cerámica de época romana diferentes tipos de ánforas tardorromanas y dos tinajas de almacenamiento.
MERCURIO DEL S. I D.C. ESTA REPRESENTACIÓN PUDO OCUPAR EN SU ORIGEN EL NICHO DE UNA CAPILLA O PEQUEÑO SANTUARIO (LARARIUM) DEL ESTABLECIMIENTO DE LOS VILLARES (COY). LA FIGURA PRESENTA LOS ATRIBUTOS PROPIOS DE LA ICONOGRAFÍA DE ESTA DIVINIDAD PROTECTORA DEL COMERCIO, MARSUPIUM EN EL BRAZO DERECHO Y EL HUECO DONDE IRIA LA VARA O CADUCEUS, SÍMBOLO DE LA CONDUCCIÓN EN EL BUEN CAMINO, Y EN LA PARTE SUPERIOR DE LA CABEZA UNA PEQUEÑAS ALAS. |
El bronce continúa empleándose en época romana para la realización de diversos objetos de uso funcional y decorativo. Entre las piezas de bronce expuestas sobresalen dos fíbulas aucissas halladas en Los Arrieros y una representación del dios Mercurio procedente del larario del Villar de Coy.
LUCERNAS ROMANAS.
En el año 711 (92 A.H.) comienza el dominio islámico en la Península Ibérica tras la derrota de los godos en la batalla de Guadalete. Dos años después de la entrada de los musulmanes, a principios del año 713, se firma un pacto entre Abd al-Aziz y Teodomiro de Orihuela, creándose la Cora de Tudmir como una unidad territorial que comprendía una amplia jurisdicción desde Alicante a Lorca. |
LLAVES ISLÁMICAS (ALQUERÍA DEL HUERTO DEL NUBLO). |
La antigua ciudad tardorromana de Eliocroca y su comarca se fueron rápidamente poblando de árabes y bereberes que eligieron para su emplazamiento militar lugares en alto, de difícil acceso, desde donde controlaban extensos territorios y las vías principales de comunicación. Algunos de estos estratégicos establecimientos se han localizado en Peña María, Cerro de las Viñas, El Castillico y El Castellón. La ciudad de Lorca con perfecto control del corredor del Guadalentín fue la capital de la extensa unidad territorial (Cora) heredera del pacto entre Abd al-Aziz y el conde Teodomiro a partir del año 756. Perdida la capitalidad, Lorca continuó a lo largo de tres siglos siendo la rectora de toda la comarca.
MARMITA ISLÁMICA.
El territorio de Lorca vivió un período de calma y prosperidad a lo largo de todo el s. X y comienzos del s. XI, permitiendo un florecimiento cultural que debió estar en consonancia con el desarrollo urbanístico y político-administrativo de la ciudad, que en estos años ya había adquirido el perfil urbanístico de una importante madina islámica. Una amplia alcazaba en la meseta que corona la ciudad, la madina en las laderas que bajan al río, y al pie de está se desarrollarían los arrabales, barrios artesanales y cementerios, que separaban la población de la fértil huerta regada por el Guadalentín.
JARRA SIGLOS X-XI (LORCA).
La mayor parte de los habitantes de la madina fueron sencillos agricultores, artesanos y comerciantes que vendían sus productos agrupados en zocos. debemos resaltar la existencia en Lorca, según Himyari, de un zoco de perfumes y otro de tejidos. El esplendor cultural del período Omeya (s. VIII- XI) continuó en los reinos de Taifas, que desarrollaron la política económica en el área agrícola, artesanal y comercial, produciéndose un significativo florecimiento cultural. En este período llegan a Lorca cerámicas decoradas con las técnicas del verde y manganeso, la cuerda seca total, así como, productos de orfebrería cuyo máximo exponente se documentó en el Tesoro de Lorca, hallado en el siglo XIX y conservado en el Museo Victoria y Alberto.
CANDILES DE PIQUERA DE LOS SIGLOS X Y XI.
A partir de la caida del Califato Omeya de Córdoba (1013), Lorca, como el resto del territorio murciano, estuvo cinculada sucesivamente a las vecinas taifas de Almería y Valencia. En el año 1050, la familia de los banu Lubbun, instauran una taifa independiente que duró unos veinte años, para pasar a continuación bajo la órbita del rey Al-Mutamid de Sevilla. En este período vivieron ilustres personajes nacidos en Lorca, destacando la figura del poeta Aben Alhag.
En los primeros años del s. XII, la españa musulmana cae bajo el poder de los almorávides, entrando las taifas andaluzas y levantinas en la órbita de un estado bereber islámico que tenía su centro en Marruecos. Tras ser sometida Lorca por Muhammad Ibn Aisa en el año 1091, pasó a ser gobernada por jefes militares que acentuaron la fortificación de la Alcazaba y las murallas de la madina. Los almorávides pertenecían a un movimiento religioso que pronto se convirtió en militar y político, consiguiendo grandes conquistas bajo la bandera de su puritanismo. Recientes excavaciones en la calle cava, han permitido documentar una qubba del siglo XII, pequeña capilla de planta cuadrangular, vinculada a un panteón funerario edificado sobre la tumba de un santón o personaje relevante dentro de la sociedad lorquina de este período. La localización de esta estructura religioso-funeraria junto a la puerta medieval, posteriormente llamada Gil de Ricla, parece ratificar que se trata de un morabito, lugar donde yacía una persona venerada que potegía esta entrada a la madina.
ATAIFOR VIDRIADO (HUERTA DEL NUBLO).
La qubba estaría dentro de uno de los cementerios de la madina de Lorca, documentado en la Plaza de España y en las calles cava, Rojo, Villaescusa, Ruvira y Núñez de Arce. Las excavaciones llevadas a cabo en este amplio sector de la macbara, han permitido extraer más de doscientos enterramientos caracterizados por la austeridad que impone la religión islámica.
Los almorávides después de un siglo de dominio sobre un amplio territorio peninsular, cayeron en 1147 bajo los ejércitos almohades, grupo político-religioso llegado del norte de África, que pretendía alcanzar una pureza coránica más estricta que la predicada por sus antecesores almorávides. La entrada de los Almohades en Sharq Al-Andalus se retrasaría hasta la muerte, en 1172, de Ibn Mardanis, conocido también como el rey lobo de Murcia. Lorca se adhiere al régimen almohade en estas fechas, produciéndose una importante remodelación de las murallas y puertas de la madina, hecho documentado en las excavaciones del colegio de la Purísima. Dos de las puertas de entrada a la ciudad, Porche de San Antonio y Puerta de Gil de Richa, pertenecen a este momento y son confeccionadas con entradas acodadas, fortificadas con torreones. Una de las manifestaciones de mayor relieve producidas en la Lorca almohade, son las excelentes cerámicas decoradas con esgrafiado, estampillado o técnica mixta.
BOTONES DE HUESO PROCEDENTES DE DOS ENTERRAMIENTOS DE LA CALLE rOJO, ANILLO DE PLATA HALLADO EN UN ENTERRAMIENTO DE LA CALLE RUVIRA Y CÍCULO DE HUESO DECORADO (LORCA). |
La enraizada cultura islámica andalusí continuó de forma efectiva en estas tierras lorquinas hasta la capitulación de la ciudad en 1244. setecientos años después de la sublevación de los mudéjares frente a Castilla, aún es palpable la huella de esta importante civilización en la Lorca actual.
La elaboración de la cerámica es una de las actividades artesanales que caracterizan la cultura islámica, y por tanto las poblaciones dispusieron de un barrio donde se agruparon los alfareros. La ubicación de los hornos cerámicos en Lorca, durante los siglos IX y X se ha documentado por las excavaciones de la calle Rojo. Entre el material más sobresaliente del horno exhumado, están los jarros y jarritas pintadas en rojo con motivos epigráficos, vegetales y geométricos.
REDOMA ISLÁMICA, SIGLOS XII-XIII (ESPALDAS DE SANTA MARÍA). |
Completa esta vitrina un conjunto de cerámicas procedentes de algunos de los primeros asentamientos musulmanes en el territorio de Lorca (Peña María, Las Cabezuelas). estas cerámicas, por su forma y elaboración, recuerdan las cerámicas comunes tardorromanas.
La cerámica decorada con la técnica de la cuerda seca, adquiere su mayor desarrollo en el período de taifas. Esta técnica decorativa donde el manganeso mezclado con grasa hace de tabique que separa los colores, está representada en sus dos modalidades. destaca un bacín en cuerda seca total, de la primera mitad del s.XI, hallado en las excavaciones del Colegio de la Purísima, así como fragmentos de otros dos pertenecientes a la qubba de principios del s.XII hallada en la calle Cava. La cuerda seca parcial, decora varias jarritas procedentes del castillo de Lorca. Otras técnicas son la pintura, el esgrafiado y el estampillado.
DETALLE DE LA DECORACIÓN EN CUERDA SECA TOTAL DE UN BACÍN (COLEGIO DE LA PURÍSIMA). |
Completan la vitrina, diversos objetos elaborados en metal (llaves, agujas, dedal, cuchillo) y en hueso (botones, enmangues) que nos aproximan a diversas actividades artesanales de la vida cotidiana a la Lorca andalusí.
Enterramiento islámico de la calle Rojo, siglos XI-XII. Los cadáveres una vez lavados, perfumados y envueltos en un sudario, se trasladaban al cementerio para ser depositados de costado en fosas muy estrechas, con la cabeza horientada al mediodía y el rostro a la Meca. En algunos enterramientos del cementerio lorquino se utilizaron ladrillos de adobe para tapar la fosa, y en contadas ocasiones se ha documentado el sepulcro elaborado en su totalidad con ladrillos de adobe sin cocer. Sobre la fosa, se colocaba algún elemento de madera, piedra o mármol que identificara el enterramiento. En una de las paredes de la sala, está expuesta una lápida sepulcral, donada al Ayuntamiento después de su descubrimiento a finales del siglo pasado.
TINAJA ISLÁMICA CON REFUERZOS (SANTA MARÍA).
El período almohade supone para la alfarería un nuevo esplendor decorativo y formal. Las cerámicas expuestas representan la variada vajilla de mesa (ataifor, redoma, jarrita), los distintos tipos de candiles, los contenedores para cocinar (cazuela y marmita) y diversos útiles de alfar (barras y atifles), procedentes en su mayor parte de los deshechos de un horno de la primera mitad del siglo XIII. Las dos técnicas decorativas mejor representadas en este horno, son el vidriado y el esgrafiado.
LA TINAJA ALMOHADE HALLADA EN LA CALLE SELGAS, DE DECORACIÓN MIXTA, COMPUESTA MEDIANTE LA IMPRESIÓN DE ESTAMPILLAS CON INSCRIPCIONES, DIBUJOS GEOMÉTRICOS Y VEGETALES, QUE SE DISPONEN EN FRANJAS HORIZONTALES SOBRE SU CUERPO, RESERVANDO LA TOTALIDAD DEL CUELLO PARA LA APLICACIÓN DE LA PINTURA Y POSTERIOR ESGRAFIADO. |
El barrio de los alfareros de la Lorca almohade dispuso de artesanos que modelaban grandes tinajas estampilladas. El fondo de tinaja hallada a finales de los años sesenta en las espaldas de la iglesia de San Juan, es un buen ejemplo del empleo de la epigrafía cúfica y cursiva como decoración de grandes recipientes para almacenamiento.
MORTERO ISLÁMICO DEL S.XIV, PROCEDENTE DE INOX (NÍJAR, ALMERÍA), DECORADO CON DOS CABEZAS DE LEÓN EN LAS ASAS Y RESALTES PICUDOS EN EL CUERPO. |
La tradición islámica perduró en Al-Andalus mucho después de la capitulación de Granada en 1492. Las cerámicas de los siglos XV al XVII reflejan una continuidad formal y decorativa de raíz islámica. El vidriado de la vajilla tanto de cocina como de mesa, así como, los trazos de pintura al manganeso de las jarras y jarritas son de clara herencia musulmana.
Volver a Menú de Arqueología |