El sopor era inevitablemente
amazónico, mi delicada garganta estaba tan seca que me producía
un escozor insoportable al tragar...
Cuando Verde Limón chorrea
agriamente, su abrupto, ácido y despiadado jugo venenoso sobre
Violeta, a ella se le decolora el matiz y se le evapora el olor.
Quería cuidarme en primavera,
darme mucho líquido para que no estuviera deshidratada, para
que me sintiera tan humedecida y salada como el agua oceánica
en plena condensación.
Pero Verde Limón y Violeta
en múltiples ocasiones, le cierran
la puerta a la tercera dimensión y en cambio abren la de la sexta,
donde todo es doble, incluso el dolor.
No soportaba más la crudeza
del viento desértico, sentía que iba a morir sin ni siquiera
un gemido que volara sobre el tiempo. Quería que todo terminara.
-Empezara acaso- .
A Verde Limón le ardían
los ojos, mientras a Violeta le lloraba y le reía el
sexo en intervalos musicales que se escondían tras un ritmo
inexistente y una melodía fugaz,
Llegó entonces èl,
ruidoso frío montañoso, y escalamos lentamente rápido.
Me retomó, como si se diera cuenta de que había que reconstruir
los pétalos marchitos e inertes.
Yo lo recorrí, siempre
tras el movimiento que me regalaría tan solo, un instante perfecto.
Me incrustó en la espalda
sudorosa, un par de espectaculares alas anaranjadas que me sirvieron
para subirme sin más esfuerzo
al estridente columpio.
Violeta... me observé
insaciable.
Verde Limón me columpió,
me sonrió y al vacío me soltó.