Teta
bizca que alumbra en mi boca su fresa de abril,
de mis quehaceres y humedades regresas esquiva.
Medusa de tus ingles, piélago que respeta la montuna huerta
donde escancia el flujo que aviva y pierde mi sed.
Crece
mi sangre junto al pozo oloroso del albor primero,
hedor
cultivado del fango fácil que mece la lluvia.
Aliño
de aire que vierto sobre tu vulva,
hervor
de tus pechos sin fiel ni equilibrio,
tacto de conchas, sabor de regreso,
solícitos
muslos en mi frente sin fin esparcidos.
Copas
cornitrancas, pezones luminarios,
garganta estricta que sumerge en el mar mi oído y sueño;
abigarrada la luz de tus ojos, carne lechal que ampara
la
conspicua complacencia del pasaje griego.
Cesa
el aire en tu boca, sonreír hondo de labios,
lengua que dice dentro de ti silencio o marejada.
Pechos
trasojados, almejas feraces,
hambre aritmética de días sin ti:
aguardas el tino de la ternura sísmica
que usaré con celo y ciego licor hasta devorarte.