Fue Dios algo cruel en el reparto, y aunque no negó (las) alas a ninguna de las aves, las hay que no pueden volar, y nunca veremos un Emú o un Pingüino surcando el cielo. Se le escapó también a Dios algún pico de más, y cayó sobre anfibios como el Ornitorrinco. Pero más allá de estos despistes, perdonables por ser quien es el que los comete, quedó satisfecho Dios de su obra porque consiguió que las aves -especialmente las más pequeñas de entre ellas, como Canarios, Petirrojos o Estorninos- imitasen con bastante exactitud el hablar de los ángeles, y se regocijaba en oírlas repetir sus conversaciones.