Ayer me levanté con el pie izquierdo, y así de pronto empecé a cuestionarlo todo. En mi cabeza se formó una especie de revolución interior y algo hizo ¡CRAC! allí dentro. De pronto me interrogué ¿porque tenía que madrugar, en vez de disfrutar un rato más de cama? con lo bonita que se ponía la mañana después de desayunar, con aquel sol cálido y vivificante que gritaba ven, ven ven, sal a la luz y báñate en ella, llénate de ella. Ya en el baño, me pregunté porque debía afeitarme cada mañana, decidí dejarme barba, total una barba de cuatro días es atractiva, y quien dice cuatro dice cuatro meses. ¿Y esa odiosa obligación de salir a ganarse el sustento diario?, Me pareció una cosa de lo más cruel y despiadada, así que salí a la calle dando un paseo mientras aprovechaba para repasar a nuevas cuestiones. Llegué hasta el parque de mi ciudad pensando en como reivindicar la ingenuidad del niño que aun todos llevamos dentro, pero mis ansias de cuestionarlo todo no se paraban aquí, empecé a poner en duda la utilidad del enrejado que circunvalaba el parque, debía ser libre y extenderse sobre toda la ciudad, que todas las calles fueran parques, que los semáforos se convirtieran en arboles de Tila, que las bocas de agua, fueran arroyos de aguas cristalinas, que los pasos cebra, se convirtieran en cebras de paso, que las esquinas, en rectas y las rectas, bifurcaciones que condujeran todas a París, pasando por la casa del vecino. Sin embargo mi cerebro empezó a cuestionar elementos menos prosaicos en el devenir cotidiano, y me vi inmerso en una lucha reivindicativa a niveles geométricos. Hay que hacer que las líneas rectas alcancen la curvatura, que las divergentes puedan converger en un punto indeterminado, que las circunferencias se reúnan en conferencia, tenemos que lograr que los dodecaedros se hablen con los triángulos isósceles, que la trigonometría sea menos metria y más trigo. Hacer que los puntos y las ies se separen amistosamente una temporada, provocar a los quebrados con sensuales relatos eróticos, esgrimir la lógica de las matemáticas para calcular el brillo de tus ojos, llegar a descifrar el numero pi y encontrar en sus logaritmos el mensaje de una divinidad. descubrir en los fríos números binarios el tercer secreto de Fátima, dejar que las comas, coman por si solas. Que los Visigodos sean nuestros vecinos una vez al año, que la curvatura del espacio acerque los besos virtuales, que no se pierdan por el camino, que lleguen a su destino de una vez por todas. Estaba cuestionándome porque debía ir vestido, y no se me ocurrió ninguna razón de peso, así que me desnudé allí mismo y empecé a cuestionar las molestas cagadas de perro, pero llegué a la conclusión que también tenían su derecho ha disfrutar del tibio sol. En eso estaba cuando vino hacía mi un municipal que me cuestionó mi indumentaria, mejor dicho, la falta de ella. Empecé yo a poner en duda su autoridad, en esas estabamos cuando llegó un furgón del manicomio y entre empellones me quisieron meter dentro, cuestioné yo sus modales, pero no me sirvió de nada. Ahora estoy en una habitación blanca, en un lugar triste y gris, y sigo cuestionándome las cosas, pero entre todas ellas me cuestiono una en particular, a saber : ¿porque las matemáticas no logran nunca explicar el brillo de tus ojos?.
|