Hoy
hace demasiado calor y el ventilador no me ayuda en nada. El sudor sale
de mi, en gotas que recorren mi cuerpo y
solo cuando se enfrían me producen algún placer.
Voy a llenar la bañera. Quizá un baño ahora me
limpie de algunos recuerdos borrosos que aún quedan en mí.
Este calor es asfixiante.
El agua llena la bañera. Está templada. Unas gotas de
esencia de almizcle me darán la paz que deseo en este instante,
y me acercarán a ti tratando de no pensarte más.
Me quito la ropa empapada de ti y de este calor que me abraza con espinas.
Se me ve la piel húmeda, por
el efecto de tus besos pasados.
Lentamente me adentro en este agua limpia y nueva de amaneceres. Me
convierto en una gota más, y nado entre la leve caricia de tus
manos. Mis senos se han erguido clamando una fría distancia y
tu nombre repite mi nombre. Descanso sumergida en tu pecho, cerrando
el grifo de nuevos placeres.
Este calor se va apagando y empieza a hacerme efecto el olor del almizcle.
Te sueño en la arena, con el mar de testigo de mi falda amarilla.
Se balancean mis caderas ajustándose a ti. Eras la pieza que
faltaba en mi puzle diario. Un puzle aún inacabado.
El agua tibia me hace estremecer de sensaciones aún vivas. Mi
cabeza se adentra en tu agua, y respira de tu aire lejano. Abro el grifo
de nuevo para sentir la fuerza de tus gritos que se han hecho míos,
y dejas vida en mí.
Vida nueva. Vida nuestra.
Acabó el baño. No hace tanto calor ya. Y el ventilador
ahora se hace notable. Solo queda en la estancia el olor a almizcle
blanco que me trae tu presencia.