Vivir en la más plena de las tranquilidades, ¿hace que los animales salvajes ataquen sin pensar siquiera en su instinto?. Las corrientes sanguíneas se desatan como centellas a través de todo el cuerpo y convierten el ataque, en peligro. Situaciones límite que hacen que el devorado sienta pánico y el devorador terror. Supongamos que me atacas con palabras punzantes durante toda la eternidad, que hieres mis ojos con el color borroso de los tuyos sumergidos en lágrimas, intentas manejar mis coordenadas a favor de cualquier viento y no contenta con tanta graduación, dispersas mis ideas entre los fagocitos más voraces. Sentiré pánico como cualquier devorado, pero tú sentirás lo mismo que yo. ¿Por qué si no, giras tu cabeza defendiendo tu espalda?. Nunca he sido dueña de las palabras, ellas giran alrededor de mi vida como inquietas gotas de lluvia tras los cristales empañados. Intento hacer de ellas frases magnas que desaten mi capacidad de orgasmo y, sin embargo, no consigo manejarlas a mi pleno antojo. Aprenden de ellas mismas y se colocan estratégicamente donde les parece. Muestran su personalidad marcando la ruta de sus deseos y convocan a las acentuaciones a elevarse a poderosas. Los gobiernos de la vida, envueltos en abecedarios de cualquier idioma. No hay límites, no hay fronteras. Todo es plano o redondo, todo es nada. Demasiada profundidad en tan poco espacio. He intentado mantenerme como un mosquito sobre el agua en un atardecer cualquiera. Somos muchos, nadie vendrá a engullirme, pero por pequeña que sea, la posibilidad existe. Siento miedo de volar entre las corrientes de aire, pero son ellas mismas las que me empujan desde el suelo. Volar, volar, ¿por qué siempre pensamos en ese estado?, ¿no es suficiente andar, estar a ras de suelo?. Creo que ahora debería hablar de “ambición” pero lo único que conseguiría con eso, sería enredar la madeja, que bien liada está ya. Caminaré por tierra y levantaré polvo al pisar. Soy de este mundo.
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