Pijama corto
de verano, ventana abierta de par en par para mitigar el calor, una botella
de agua, un reloj despertador digital; y para mañana una buena
dosis de tranquilidad, don de gentes y una buena comunicación que
me proporcionará un sueño reparador. Si es todo lo necesario
para realizar mañana una excelente entrevista
de trabajo. Y yo durmiendo,
y el drama estalló sobre la mesita de noche, entre ceniceros repletos
de colillas, de mecheros, de bolígrafos y mil artilugios inútiles.
Todos los
adornos de la habitación realizaban las correspondientes apuestas:
-... Le habrás prestado su servicio, pero, bastante deficiente. Sino no te dejaría encerrado en el cajón. O es que no te has dado cuenta aún de que ya atrasas dos minutos. Mira como centellena los minutos en mí, y los alegres que están. Carca que eres un carca de mierda. Al oír estas palabras el despertador de cuerda abrió su visera de cristal y amenazó al reloj digital con sus afiladas saetas. Éste se apartó y reculó hacia atrás. Los diferentes artilugios se separaron y les dejaron sitio a los dos combatientes. La cadena de música radiaba la pelea. Otra embestida, pero el moderno reloj no pudo esquivar la manecilla de las agujas pequeñas. El plástico protector se agrietó, pero ahora de los dígitos se dibujaba una sonrisa. El viejo despertador siguió asaeteando hasta que una parte metálica rozó las entrañas del destripado reloj digital y quedó inmóvil por la terrible descarga eléctrica. Sonó la cuenta atrás, y la cadena de música emitió su veredicto: Combate nulo. "Esto si que es mala suerte, dos despertadores. Uno parado, y eso que le di cuerda, y el otro destrozado por una sobrecarga de corriente. Y lo más grave, sin entrevista de trabajo."
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