Solos,
estabamos solos. Tú volviste a mi lado, pero no lo hiciste del todo.
Ni siquiera traiste contigo tu manera de mirarme, de mirar al mundo,
de mirar al cielo, o al suelo. Y olvidaste
como se fumaba el aire... no necesitas encendedor, ni papel para
liarlo (porque se nos escapa). Y yo me quedé en mi rincón, con mi continuo
complejo de muñeca descolchada y fea. Con mi enorme amargura, con mis
ganas de volver a ser lo que era, con una increible flor de siete pétalos
grises clabados en el alma. Con la frente marchita, como diría Gardel.
Me muero de ganas de decirte que te odio por no quererme, que me odio
por no quererte como antes, que no soporto amarte más, que odio la palabra
amor, que respirar me empieza a cansar...
Estoy
muy cansada, lo juro. Solo quería fumarme
el aire contigo.