Buenas noches, mis queridos lectores. Mi nombre es Sir Lauvron Gesroll, y he sido devuelto a la vida para narrarles una historia sorprendente, la historia de un hombre que recibió el Universo mientras se afeitaba. Antes de
comenzar, desearía expresar mi más sincero agradecimiento al equipo médico
del hospital Grand Canard de París que realizó la intervención. 1. No hay nada más grande que el Universo. A algunos
hombres les ocurren cosas extraordinarias. Sucesos inexplicables que cambian
sus vidas para siempre. Hechos insólitos que alteran su percepción del
mundo, su escala de valores y la relación con aquellos que les rodean.
"Héroes", "milagros médicos", "seres afortunados" e incluso "monstruos
de circo", son términos que usamos para referirnos a ellos. Términos
que no ocultan la admiración, el respeto y hasta el temor, que todos nosotros
les profesamos. Jim Abbott
está frente al espejo tarareando una tema de Nino Rota, con la cara llena
de espuma de afeitar y el pelo revuelto.
Jim Abbott comienza a afeitarse y antes de que la afilada hoja de la cuchilla
se pose sobre su cara se detiene. Se detiene porque ha escuchado un ruido.
Se detiene porque alguien ha dicho su nombre. Es decir, que Jim Abbott
deja de afeitarse porque alguien ha dicho "Jim Abbott".
Estos
dos hombres son miembros de la comunidad de vecinos del edificio donde
vive Jim Abbott y han entrado en el piso atravesando la pared como si
fueran fantasmas. Algo terrible, en mi opinión. Sus nombres son lo de
menos, pues suelen cambiárselo cada poco tiempo, así que lo único que
les diré de ellos es que su aspecto externo es de lo más corriente, y
si no fuera porque les he visto atravesar una pared, pensaría que son
dos personas normales que vienen de visita.
3. "El Universo es suyo, señor Abbott". - Señor Abbott, ¿sería tan amable de salir del cuarto de baño? Le aseguro que sólo le robaremos un minuto de su tiempo. Esto es, más o menos, lo que acaba de oír Jim mientras yo les hablaba a ustedes de los extraños hombres del salón. Ahora Jim ya no duda. Hay alguien ahí fuera. Sin terminar de afeitarse, Jim Abbott abre la puerta y sale del cuarto de baño. - Ah, fantástico
señor Abbott, pensábamos que no estaba usted en casa- dice uno de los
hombres. Evidentemente está mintiendo. Evidentemente Jim se no cree ni una sola palabra de lo que le dicen, y acaba echando de su casa a los dos hombres. Evidentemente Jim termina de afeitarse y, tras desayunar, sale a la calle para comprar una nueva cerradura. Evidentemente, y perdonen si me pongo muy pesado, los dos hombres vuelven a entrar en la casa de Jim y le roban el frigorífico, el televisor, el equipo de sonido y los álbumes de Nino Rota, excepto "The Florentine Straw Hat" (1946), que es el preferido de Jim y el mismo que tatareaba al principio de nuestro relato.
"¿Y qué fue de Jim Abbott?", se preguntarán ustedes entonces. Ah, Jim Abbott, vaya tipo más afortunado. ¿Saben lo que ocurre cuando alguien recibe el Universo? Seguro que no se lo imaginan. Y seguro que Jim nunca reparó en ello. Y es que, desde que el bueno de Jim Abbott recibiera el Universo, no se le volvieron a quemar las tostadas, jamás se cortó al afeitarse, nunca se tropezó al caminar ni tuvo que hacer cola para entrar al cine, no volvió a perder las llaves y ninguna estúpida máquina se quedó con su cambio. Sí, el bueno de Jim Abbott jamás recibió publicidad en su buzón y su aliento olió siempre a menta fresca y siempre llegó a tiempo a las citas y no se olvidó del cumpleaños de ninguno de sus amigos y ... y para qué seguir, ¿verdad? Saben, siempre que pienso en Jim Abbott caminando por ahí, sin saber que el Universo es suyo, no puedo reprimir una gran carcajada de felicidad. |