Aquella mujer tenía una boca carnosa rozando la lujuria...mejor dicho: era la lujuria misma. Manejaba aquellos labios como el que a sabiendas comete crímenes que quedarán impunes. Aquella boca debería de estar prohibida, censurada, oculta... Al principo le miraba los ojos y las manos. Unos eran profundos y las otras juguetonas. Pero la boca.... me acordé del comunista de salón del Victor Manuel y ese trozo de canción muy acertado que dice: "nada sabe tan dulce como su boca, solo algunas cosas que no se nombran". Si así era la boca .....¿cómo imaginarse otros sabores?. Nos conocimos en Barajas, reclamando unas maletas inexistentes. El truco es como sigue y siempre funciona: cuando se vuelve de viaje con otra(s) persona(s), se les carga en el carrito alguna de las maletas propias y después se queda uno como tonto mirando la cinta. Una vez terminada la recogida de equipajes y el cómplice en el exterior, indignadísimos reclamamos las maletas. Cubrimos el formulario, indicamos el tipo de maleta que era, lo que contenía... como es imposible que aparezca la maleta, al cabo de unos días te mandan 50.000 pelas. Una forma de viajar gratis. Al terminar de cubrir el impreso y de identificar nuestra maleta en varios catálogos, volvimos a coincidir en el chiringuito de cafés de Colombia tomando ¡un té!. Charlamos y quedamos en llamarnos. Nunca nos llamamos pero volvimos a coincidir en Barajas. Nos disculpamos mutuamente por no haber llamado. Ibamos en el mismo avión hasta la siguiente escala y como no estaba lleno, pues nos sentamos juntos en los últimos asientos. Hablamos de las estadísticas, de su incoherencia. Por ejempo: el 2% de los usuarios de avión hacen el amor en pleno vuelo. En ese avión había más de 100 personas, por lo tanto dos tenían que follar en ese vuelo. Estaríamos atentos. ... Fuimos nosotros.... con la coña. Me lo puso muy claro y acepté al instante: seríamos amantes. Solo amantes, solo sexo. Yo estaba encantado: sexo fijo, sin problemas, sin complicaciones. Al principio lo hacíamos en cualquier lugar, traviesamente. Después nos dejamos algún dinero en hostales viejos del casco viejo de Madrid. Nunca conocimos la casa del otro más que por comentarios sueltos en los intermedios de las batallas. Con el tiempo comencé a sentirme "celoso" del cornudo. Quería aquella boca para mí solo. Se me rompía el corazón al verla marchar apresuradamente con un beso lleno de prisa. Aquella boca no podía besar aceleradamente. Era un oasis en el que quería descansar. A veces, cuando teníamos tiempo, me quedaba mirándola desnuda, como si fuese un paisaje. Me acostaba en la cama y buscaba con la mirada sus labios desde todos los ángulos posibles. Me gustaba especialmente apoyar la barbilla en sus rodillas y mirar por encima de su coño y entre sus tetas hasta encontrar allá arriba, una vez sobrepasado el mentón, aquel refugio. Cuando se iba me quedaba dolorosamente solo. Necesitaba verla en zapatillas, desayunando por la mañana; mirar la tele juntos...ir de compras, de tertulia... Quería que todo el mundo conociese aquella boca y que todos viesen que era mía. Rotundamente ¡no!. Un día el estrés me venció. Me llamó a media mañana para un polvo de media hora con la ropa medio subida en medio de un centro comercial sin más remedio. Gatillazo al canto. No pude, necesitaba "algo más"...un tiempo muerto, un freno .... Nunca más me llamó.
|