Al
levantarme por la mañana, noté que la llegada del bebé
se aproximaba. Bajé del coche casi rodando, debido al volumen de mi tripa y jadeando como un perrito pués me apretaba una contracción. Y ahí estaba el chico del aparcamiento que con su típico acento calé nos dijo: - "Anda, payo, dame argo". Mi
marido le contestó que no, que había aparcado en un
lugar distinto al que él le había indicado. El gitano ya empezaba a cabrearse y yo allí medio doblada contemplando el espectáculo, implorando a mi marido que le diese los veinte puñeteros duros y nos fuésemos al hospital: ¡No aguantaba mas de pie! Se compadeció el chaval y nos dejó ir, no sin antes desearme suerte a mí y decirle a mi marido que "se tenía que ver como las sartenes: colgao de un ojo". Entramos en el hospital. Media hora esperando en los asientos de la sala de espera. Esos asientos rígidos sentarse en ellos y más aún estando embarazada. Pero, ¿que me dicen de como levantarse?. Encajas perfectamente como una pieza de un puzzle, y después sales despedida a modo de tapón de corcho de una botella. Una
vez puesta en pie, la enfermera dirigiéndose a mí me invitó
a entrar a la habitación donde se
encontraba el médico de planta. Me dijo que me desnudase
de cintura para abajo y que me tumbase en la camilla. El
médico se acercó y me exploró. Junto a él,
otro médico, éste en prácticas, me observaba y también
fue invitado a explorar. Cuando
ya por fin me dejaron levantarme de la camilla, me dieron el camisón,
ese tan sexi que te dan en la Seguridad Social, sí, ya sabeis,
esos que se atan por detras como si fueses una loquita. Entra
mi marido, vestido de marciano, traje verde con gorrito a juego. ¡Me
asusto!. Llega
ya la fase expulsiva. Incorporate, agarrate a las asas y mira cuatro cabezas
cantando al unísono: Se
oye un fuerte golpe. Todos miran. ¡El marciano yace en el suelo
desamayado!.Todos corren a socorrerle. El bebé empuja fuerte, siento la cabeza empezando a salir. Ya respuesto el marciano a color verde y amarillo, junto a mi cabecero, me anima a seguir empujando. ¡Por fin nace el bebé!. -
¡Es una niña preciosa!, dice mi marido.
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