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Este es el relato de mi primer viaje en estado de magma primordial, en busca de los vampiros anoréxicos en el que Yo, Casimiro de Cataplynia, hasta ahora un hombre corriente, me había embarcado navegando por el espacio en busca de los vampiros anoréxicos para intentar sanarles, en un complejo y ambicioso acto humanitario con deseos de gloria y prestigio. Recorrí
un farfullón de kilómetros, para atender un sorprendente
caso de anorexia que afectaba a los vampiros de una lejana constelación,
pasando Andrómeda, a la derecha. Para los
que no hayan tenido la experiencia, les diré que es como estar
encerrados en un armario sin ventanas durante años. Si los vampiros sufren anorexia dejan de morder y beberse la sangre de las gentes. Entonces, ¿están enfermos? ¿o es que han sanado de otra enfermedad mas grave, el vampirismo?. Casimiro de Transilvania, mi abuelo, fue un próspero criador de cerdos, a quien debe la humanidad la primera descripción de los vampiros anoréxicos y las razonadas consideraciones que dejo escritas y ahora transcribo: " Al dejar de beber sangre aquejados de esta extraña manía", decía mi abuelo, "enflaquecen mas de lo que su propia constitución ya de por si cadavérica, meritorio marchamo de su condición diabólica les exige, llegando a trastocarse en un autentico desmedro de su potencial vampiresco y reproductivo." Y concluye:
"Así del cuidadoso mantenimiento que hagan de esta enfermedad los
psicoterapeutas que los atiendan puede resultar de un gran beneficio a
la humanidad llegando a procurar la extinción o moderación
de los Dráculas." Durante
toda mi vida he luchado denodadamente contra el eccema, la ironía,
el escepticismo, la cirrosis y la melancolía.
Solo Dios de los Ateos ha sabido escuchar pacientemente mis interminables
diatribas contra la existencia. Nunca me ha respondido nada, pero en su
silencio se esboza el tenue gesto de una meditabunda comprensión
que se diluye en el incierto espacio de la reciprocidad. Inicie el
viaje atenazado por innumerables preguntas
sin respuestas que hervían dentro de mi cabeza. Repantingado
en mi asiento virtual, recordaba al doctor Iatrogenio Coco, quien solía
recetar un brebaje para la memoria que se debía tomar veinte minutos
antes de las comidas, tratamiento que pocos pacientes seguían,
porque solo se acordaban cuando ya estaban comiendo. Mi sabio abuelo,
fiel sirviente, secretario, chofer y guardaespaldas del doctor Iatrogenio
Coco, les solía decir que comieran veinte minutos después
de tomarse el brebaje, en una profunda reflexión acerca del tiempo
y sus ondulaciones en la mente de los hombres, pero de mi abuelo hablaré
otro día. El doctor Iatrogenio Coco, había inventado unas
cuchillas que insertadas dentro del cráneo realizaban una completa
y limpia lobotomía mientras el paciente caminaba por la calle.
No se si
recordáis el caso del pintor que
enloqueció y comenzó a falsificar sus propios cuadros con
tanta habilidad que era imposible distinguir los falsos de los verdaderos.
Tal vez temeroso de cometer los mismos errores del doctor Iatrogenio Coco e inmerso en profundas dudas sopesaba la posibilidad de que la anorexia de los vampiros no fuera otra cosa que la manifestación de un desequilibrio, de un exceso o de un déficit. ¿Incluso
porque no podría ser una manifestación paradójica
de un exceso que aparenta un déficit?. ¿Y
sobre todo que hacía Yo, embarcado en tamaña empresa ajena
a mi oficio de consultor de discrepancias
siderales?. Mi abuelo
se enfadaba mucho cuando le confundían con un mendigo, recogiendo
papeles con un bastón al que le había puesto un clavo en
la punta. Rememorando
a mi abuelo, durante el viaje en estado de magma primordial hacia el planeta
de los vampiros anoréxicos, trataba de comprender porqué
veleidades el destino me había elegido para esta tarea. Primero
tendría que determinar si los vampiros anoréxicos estaban
sanos o debían ser considerados como enfermos. Si estaban enfermos,
en un segundo escalón debería proponer un tratamiento y
en tercer lugar sanarlos, última finalidad que según mi
abuelo se alcanzaba muchas veces con independencia de las dos primeras.
Cuando Tamara
Adela me abandono, la casa se quedó fría y vacía.
Creo que ella quería abandonarme a mi, pero sobre todo quería
abandonar la casa. Y ahora
me encontraba completamente libre, viajando hacia los vampiros anoréxicos,
buscando un planeta pequeño y desconocido. Sin embargo esta larga aventura no tuvo el final deseado. Después de un largo viaje no encontramos ningún vampiro anoréxico porque no era el planeta que nos habían dicho o se dieron a la fuga al saber que íbamos a curarles. Cuantos pacientes rehusan someterse a las mas iluminadas terapias, porque no acuden cuando se les cita; se curan solos antes de empezar el tratamiento; incluso mueren antes de intentarlo o bien huyen, se cambian de nombre y numero de la seguridad social para que no les encuentren. También puede ocurrir que al pasar andromeda debíamos girar a la izquierda, pero como en el espacio no hay arriba ni abajo tampoco hay exactamente una derecha y una izquierda única. Es decir cada uno tiene su propia derecha y su propia izquierda y nosotros giramos hacia nuestra izquierda, una de las infinitas izquierdas a las que se podía ir y no era en este caso la correcta.
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