Ella era cajera en un gran Hipermercado, su trabajo consistía en estar ocho horas seguidas tras una caja registradora marcando una vez tras otra el precio de multitud de productos por el lado del maldito código de barras. Siempre de pie, con la sonrisa boba a punto de caramelo sonriendo a los cretinos que junto con sus insoportables niños, no paraban de alborotar y terminaban provocándole una jaqueca para toda la jornada. Tenía dieciocho años y sus padres nunca le habían dado la oportunidad de poder estudiar para, al menos, mirar de conseguir algo mejor. Pero ella no se compadecía de si misma, había heredado el carácter animoso de su padre, que bah, algún día conocería a un tipo que la rescataría de la mediocridad y le proporcionaría una vida de Reina. Mientras tanto aprovecharía la espera marcando precios en uno de los nuevos templos del consumismo moderno, total era un trabajo como otro cualquiera,además..., se conocía gente en ellos. A
él lo fue conociendo por etapas, poco a poco pasó de ser
uno más de la cola a acabar siendo su cómplice. Fue la tercera
o cuarta vez, cuando se dio cuenta que aquel tío siempre se ponía
en su cola aunque las otras andasen vacías. Al principio le hizo
gracia la cosa, se imaginó que le había caído en
gracia, pero nada más, sin embargo no dejó de darse cuenta
que él no dejaba de mirarla con insistencia, incluso cuando tenía
que recoger sus compras, a veces se le amontonaban y ella tenía
que ayudarle. Al principio le mosqueó un poco, más trabajo
y más agobios, pero él la desarmó un día diciéndole:
Ella se ruborizó a su pesar, el tipo tenía el aspecto de un pelagatos, un poco ordinario pero con unos ojos de "malo" que la cautivaron, además le daba que era un tío legal, le contestó y con eso dio pie a nuevas conversaciones, digamos que fue la base donde se asentó su amistad de "Hipermercado" a partir de entonces. Desde aquel día de "la conversación" en que rompieron el hielo, ambos siguieron hablando como si ya fueran amigos de toda la vida, cada vez que él aparecía para comprar, ahora ya sin previo aviso, no como antes que solía venir los viernes por la tarde, ella lo esperaba para charlar un rato mientras los demás integrantes de la cola se desesperaban. Un día él le pidió para salir a tomar un café, ella aceptó encantada mientras le metía en la bolsa dos tabletas de chocolate sin pasar por caja. Cuando
ella acudió a la cita, Ramón, que así se llamaba
él, le preguntó si la empresa no inventariaba todas las
cajas al final de la jornada, ella le dijo: Le contó su plan una noche que habían subido al mirador desde el que se dominaba la ciudad a sus pies. Las miles de lucecitas a lo lejos, parecían luciérnagas que iluminaban la "cima" que ellos ya habían hollado, él la había convertido en la Reina que esperaba, y ahora se disponía a "pagar"su tributo. Mientras estaban en el coche de él, un destartalado Fiat con la pegatina de TURBO en un lateral, pero que de turbo no tenía nada, oliendo a sudor rancio y aromas de "chutes" ella, en este momento se encontraba chupándosela, mientras él la masturbaba con su mano de dedos encallecidos de recoger patatas tempranas. Antes de correrse en su boca, él se lo explicó todo. Debía fijarse bien a que hora hacían el recuento de cajas, si las hacían todas de una vez, donde lo depositaban, a que hora pasaban a recoger la pasta de las recaudaciones.. necesitaba esos datos, con ellos en su poder se liaría la manta a la cabeza y perpetraría un atraco en el Hiper de Matilde, con suerte sacarían para la entrada del piso y quizá algunos muebles, luego todo vendría rodado. Ella dijo que si un momento antes de que su boca quedara anegada de semen, se le oyó murmurar un acuoso -guiiiiiiii. Serian cómplices en el amor y en los negocios, comprendió que él era el hombre destinado a convertirla en una Reina. El día señalado llegó y ella, con el un nerviosismo evidente, pasó a ocupar su sitio en la larga hilera de cajas, todas iguales, que semejaban un frente de batalla telemático. Le había proporcionado todos los datos requeridos solo faltaba un poco de suerte, lo más peligroso para él serían los dos seguratas que estaban apostados en los corredores del Hiper, pues la bofia tardaría unos minutos en llegar, visto que el lugar se encontraba a las afueras de la ciudad. Intentó calmarse los nervios y pensar solo en los beneficios que comportaría el "golpe" de salir bien, por otro lado, ella no debía temer nada, pues nadie podría probar su participación en el acto delictivo. El momento fijado se acercaba, empero sucedió que un viejo cascarrabias le jodio el momento del atraco, el viejo la entretuvo más de la cuenta con sus exasperantes comentarios y pedidos, protestas de precios y demás... estuvo a punto de asesinarlo con una ristra de longaniza extra, pero pudo dominarse a tiempo. Cuando el vejete se marchaba, vio un tumulto en la zona de las cajas, todas pararon su quehacer y se pusieron a mirar a ver que pasaba, ella, como las demás no se había enterado de nada. Al cabo de un momento estuvo sobre ellas la supervisora, que poniendo el grito en el cielo les conminó a seguir marcando productos. La actividad del gran Hiper no podía parar bajo ningún concepto, cada segundo desperdiciado eran miles de pesetas tiradas, les soltó la imbécil aquella. Solo de reojo pudo ver que la policía hacía acto de presencia minutos más tarde, le alivió comprobar que no se veía a ningún detenido, ni tampoco indicios de que la cosa hubiera ido mal, eso la relajó un poco más. A la salida ya estaba bastante tranquila y se había olvidado de todo lo que tenía que decir en caso de que la interrogaran.
Unos días más tarde oyó por la radio que habían atrapado al hombre del pasamontañas, el que se había llevado la recaudación del Hiper, lo trincaron en plena carretera de Andalucía, en el kilómetro 665 para ser exactos, no ofreció resistencia, tampoco dijo nada de un cómplice. "Menos mal, era UN POCO TORPE, además de un hijo de puta, pero en el fondo era "legal", Matilde volvió a tomar su lugar junto a la caja registradora. Otra vez a la espera de alguien que supiera valorarla y quisiera convertirla en una REINA.
|