El libro maldito
Francesc Pedragosa [@] [www]

Tulio Snifers era el bedel de la vieja Biblioteca del barrio de Montmartre en la orilla derecha del Sena, una de las muchas que poseía la ciudad de París. Era Tulio un trabajador metódico y eficiente, aunque algo falto de imaginación, suplida en parte por su dedicación. Consagraba las veinticuatro horas del día a su trabajo, pues cuando terminaba sus doce horas legalmente establecidas, pasaba las otras doce durmiendo o pensando en sus queridos libros, estanterías, anaqueles, registros de estadísticas, catalogaciones, etc. Había heredado el cargo de su tía, Gertrudis Snifers, viuda de Monsieur Le Lapen de la Colita Ici, esta señora, dicho sea de paso, acabó sus días de muy mala manera.

En un arranque senil, quiso experimentar el placer solitario y no se le ocurrió nada mejor que introducirse una botella de Don Perigñon en el sexo, ya seco y algo cerrado. Quiso el destino que la mujer arremetiera con furia suicida el objeto entre sus muslos situado, con tan mala fortuna que se hizo el vacío en la botella y se le quedó incrustada sin posibilidades de sacársela dignamente. Tuvo que llamar a su médico de cabecera, un tal Monsieur Gastón de L´Ojurdui. Después de andarse por las ramas, acabó reconociendo el "problema", éste le aconsejó que no rompiera la botella, pues podría "implosionar" y hacerla mistos las entrañas. Le mandó un equipo especializado en el rescate de alto riesgo, que después de "manipular" el artefacto, completamente incrustado en el sexo de tía Gertrudis, lograron sacárselo, no sin antes efectuar delicadas y muy penosas maniobras. Sin embargo, la vieja no pudo resistir semejante bochorno y aquel mismo día le dio un fulminante ataque al corazón. Antes de su óbito empero, le pidió a su sobrino Tulio que no se acercara por la sección nº 48, la que daba a la parte posterior abovedada, la que tenían de agachar la cabeza si uno pasaba del metro y medio, la misma que solo albergaba ejemplares de autores desconocidos, viejos manuscritos de origen dudoso y saldos varios.

Nadie se preguntó por el súbito desenfreno amatorio de la vieja Snifers, así que el caso fue considerado como un desgraciado incidente natural. Sin embargo, si alguien se hubiera tomado la molestia de comprobar los óbitos de los últimos empleados de la Biblioteca, se habrían dado cuenta de un hecho cuando menos preocupante. Todos ellos habían muerto de resultas de los efectos perniciosos de practicas sexuales cuando menos extrañas. Mademoiselle Rabillot, colgada de una soga en plena orgía con su amante. Monsieur Pastis, hecho caldo después de recibir una coz, cuando se desahogaba con la mula del tendero del barrio, y así hasta comienzos del siglo XIX

Los días iban pasando para Tulio con deliciosa monotonía, pues cuando mejor se encontraba era en la soledad, sin impertinentes ruidos de niños, ni risitas de adolescentes, ni voces graves de adultos sabelotodo, le encantaba pasearse por las largas hileras de estanterías repletas de volúmenes, le hacía sentirse el creador de todos aquellos libros, le reconfortaba pensar que al menos era su velador y solícito custodio. Un día, recordó la advertencia de su difunta tía, y quizá picado por la curiosidad, Tulio se acercó por la sección nº 48, preguntandose por la razón de tal advertencia. Como era un hombre sin imaginación zanjó su curiosidad y se limitó a echar un vistazo. Ojeó algunos libros medio deshilachados y polvorientos y no encontró nada que le pudiera indicar peligro, estaba a punto de marchar, incomodado por la forzada posición, cuando sin querer tiró un libro del estante superior, este cayó al suelo desparramando una nube de polvillo, más del mismo suelo que del libro, que se mantenía en buen estado a pesar de todo. Tomó el libro entre sus manos, estaba encuadernado en piel, su tacto resultaba hasta sensual, si hubiera sabido el significado de dicha palabra. No ostentaba titulo alguno, así que abrió sus tapas y miró la primera pagina, allí en cursiva leyó estas palabras:


 

A todos/as mis amantes
a los/as que me han enseñado
a conjugar el verbo fornicar
para todos/as aquellos/as
que me satisficieron
como yo los/as satisfizo a ellos/as.
Este libro es tanto suyo como mío

Amatista Odelerg

 

Fue pasando paginas entre curioso y medio intrigado, en la tercera vio el titulo del libro: Sexmántico, el Amor y el Sexo en Tiempos de Amatista. Estaba escrito en letras rojas de estilo gótico,  pasó más paginas y en la quinta encontró el principio del libro, era una letra pequeña, como de tela de araña, una letra que atrapaba la atención del lector con inusitada fuerza, como si tuviera un imán entre sus hojas. Pero en Tulio aquellas palabras no obraban el mismo efecto que con los anteriores bedeles. Sentía el hombre unas cosquillas indefinidas que recorría partes pudendas de su cuerpo al leer aquel libro tan raro, pero su incapacidad para la imaginación parecía preservarlo de males mayores. Estuvo un rato más ojeándolo, y luego volvió a su trabajo habitual sin más preocupación que saber más cosas sobre la misteriosa Amatista Odelerg.

Al principio se limitaba a buscar datos en sus ratos libres, mientras su afán por enterarse de la vida y milagros de Mademoiselle Odelerg crecía con la lectura del libro. Hasta tal punto creció, que se llevó el libro a su casa y lo colocó en lugar preferente en su parca colección privada. Con el tiempo, Tulio fue descubriendo la historia de la misteriosa Dama, hasta el punto que llegó a interesarle tanto o más que el propio libro. Encontraba pistas en libros esotéricos, siempre en cuanta gotas, unas frases aquí, unas palabras allá, pero Tulio era un tipo muy perseverante y siguió hurgando hasta conseguir ubicar a la escurridiza Dama y componer una aceptable bibliografía de su vida.

Resumiendo la historia:

Amatista Odelerg nació en Orleans en 1.723, de familia plebeya logró hacerse un lugar en la Corte del Rey Luis el Pringado, casándose a la tierna edad de quince años con el Duque de Les Mugrons a la Merde, un vejestorio que le proporcionó posición social y poder envidiables,  y la habrío las puertas de Versalles. Sus dantescas orgías en la corte del rey Luis, solo eran el principio de una vida llena de ambición y deseos de ollar nuevos caminos nunca antes trillados. Fue una adelantada de su tiempo, y con veinticuatro años marchó a Nevers, allí se perdió su rastro hasta que dos años después reapareció. Existen indicios que la sitúan abrazando el Catarismo, con tanta efusividad que cuentan las malas lenguas en una sola noche se "tiro" a un batallón entero de Cataros, ¡ups!. No contenta con eso, se ligó al Rey de los Cataros, Antoine de la Cornucopia, pero de quien realmente se enamoró fue del caballero Templario Guillermo el Magnanimo, señor del castillo de Mont Ferrant, cerca de Toulouse. Después, vuelve a perderse su rastro y solo aparece ya al final de sus días, coronada como Sacerdotisa Druida, en la Bretaña Francesa. De esa época hay poco escrito, pero suficiente como para hacerse una idea de como las gastaba la Odelerg. Cuentan que acabó abrazando el culto al demonio (en esa época escribió: Sexmántico), y tuvo su primer aborto desde la niñez, dicen que engendró un pequeño embrión de demonio, fruto de sus orgías a la luz de la luna copulando con Lucifer. Murió en el parto, según los últimos escritos de ella encontrados.


Después de reunir su bibliografía sobre la misteriosa Dama Druida, Tulio empezó a escrutar las páginas del libro con otra visión, se dio cuenta que para él, emitía unas vibraciones más "sugerentes", se puso nervioso porque en la biblioteca le entraron unas ganas enormes de asaltar sexualmente a la profesora de Latín del colegio del Sacre Coeur, y no solo eso, si no que también pensó en beneficiarse a sus alumnas quinceañeras. Un día, cuando llegó a su casa después del trabajo, para reiniciar la lectura de Sexmántico, vio con terror que ya no estaba. !!Se lo habían robado!! alguien había entrado en casa y entre otras cosas se llevo el libro de la Odelerg.

El rastro del libro podía haber sido seguido sin dificultad por alguien avispado, pues el ladrón, un tal Florindo Le Buitron, murió después de intentar fornicar con su propia madre, una octogenaria, cuando la perseguía en cueros por la escalera, el pobre hombre perdió el equilibrio y se desnucó. La siguiente en la lista fue Mademoiselle Josefine Pomme de Terre, que compró en una subasta publica el libro y varias cosas más del desafortunado Le Buitron.

La Pomme de Terre era una solterona rígida y malcarada, con un genio de mil demonios, a la que nada le parecía bien. Descubrió el libro a los tres días de haberlo adquirido, aquella tarde no sabía que hacer y decidió ojear un libraco. Sus manos,  nervudas y descoloridas tropezaron con Sexmántico, como por "casualidad". A las dos horas estaba ya la Pomme de Terre echando vapor hasta por las orejas, tanto así que debió hacer frente al frenético deseo con tres zanahorias, una por cada agujero disponible en su ajado cuerpo. Sin embargo los ardores de Josefine solo aumentaban, decidió aplacarlos con algo más que zanahorias. Salió al rellano decidida a vender cara su soltería, en esas que pasaba por allí Anselm Tribordeau, octogenario de salud delicada, y allí mismo lo violó, dejándolo echo una uva pasa.  No contenta con eso, se dirigió al tejado del edificio, desde allí, y después de calcular las distancias y la fuerza del viento, se tiró al vacío. Dio en el blanco, sin duda, pues su cuerpo quedó ensartado en el palo mayor de la bandera Municipal. Había conseguido aplacar sus ardores, sin duda que si.

Con la Pomme de Terre volvió a cerrarse el i círculo infernal, el municipio se quedó con, entre otras cosas, los libros de la finada. Tulio Snifers fue el encargado de inventariar sus libros, así fue como recuperó Sexmántico. Tulio, devolvió el libro a la Biblioteca y procuró esconderlo de ojos curiosos poniéndolo en el último estante de la buhardilla, en el segundo piso, y allí lo dejó abandonado.

Pensaba en él constantemente, pero creyó que su fuerza de voluntad podría más que la letra estilo tela de araña de Odelerg. Lo siguió creyendo durante un tiempo, hasta que un día no pudo más y subió solo para cerciorarse que seguía allí. Se limitaría a comprobar que seguía en su sitio, pero pensó que ya que estaba allí podría echarle un vistazo, así como de pasada. Solo serían unas líneas. Pero no se limitó a ojearlo, sino que acabó de leerlo todo de un tirón. Luego lo dejó en su sitio y bajó muy digno. La sala de lecturas estaba casi vacía, solo había dos niños y su profesora leyendo en una mesa bañada por la luz de las lamparas alógenas, hacía ellos se dirigió.

Dos horas más tarde la Biblioteca estaba siendo acordonada por los coches de la policía, y las ambulancias hacían sonar sus sirenas junto a la puerta de entrada, muy cerca del Sacre Coeur. Por lo visto el bedel de la misma, un tal Snifers, se había vuelto loco perpetrando una orgía de aquí no te menees con la profesora y los dos niños. Los infantes pudieron contarlo, aunque quedarían marcados de por vida, en cuanto a la profesora, una tal Valerie Clementine, resulto salvajemente agredida por Snifers, que para poner en practica sus depravados instintos empleó su brazo derecho para perpetrar el ultraje. Una vez terminado el oprobio, dejó olvidado su reloj Geneve, chapado en oro, en el sexo de Clementine. Marcaban las doce y catorce minutos del mediodía. En un último acto del todo desesperado, Snifer se rompió el cuello al adoptar una posición completamente imposible, con el manifiesto objetivo de chupársela el mismo, cosa difícil pues le media unos modestos doce centímetros.

Epilogo:
La nueva bedel de la Biblioteca tomó posesión de su cargo dos días después, era una tal Virginie Despentes. Por su parte, Sexmántico seguía en el ultimo estante de la buhardilla, a la espera de la mirada curiosa de Despentes, pero esta vez el choque entre ambas, Despentes y Odelerg iba a ser de antología, una sacudida que marcaría época en las vidas de los europeos, el mito de la Despentes estaba a punto de empezar, y su trampolín seria ¡¡Sexmántico!!

 

 

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