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A veces se esconde en el lugar más sombrío de la cueva y me dice que vuelve. Que se introduce despacio en el frágil universo de aquel día. Que perfuma de nuevo
a las rosas y recoge Que no ha olvidado nada y que, por tanto, permanece, me dice. Le pregunto por la espada, ¿has olvidado la espada?. Y responde, no, no olvido la espada. Ni la bendición. No se si lo entiendo, Señor, volveré a creer en lo que me diga, lo entienda o no. Nada de culpa. |
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