Enfrentarse a la ley de la gravedad puede llevar a situaciones muy difíciles. Hay que tomarse un café antes de tomar esa decisión. Levantar la cucharilla y ver como las gotas van cayendo y se estrellan contra el plato. Hay que ponderar todas las consecuencias. Pensar, por ejemplo, que hay que escribir una carta de despedida, y eso no es como hacer una lista de boda. La ley de la gravedad puede ser la diferencia entre vivir en la tierra o vivir en el Edén, o en el infierno, eso depende de como hayas vivido. Es mal oficio este de ir en contra de la gravedad. El objetivo de la gravedad es pegarnos al suelo. No es tan grave si uno decide tirarse a una acequia o al agua desde un puente colgante, pero es muy mala cosa si uno tiene en la agenda cuestionar la ley de la gravedad desde un avión o un rascacielos. Por eso es mejor tomar un atajo y hacerlo desde un subterráneo. Así que conviene no hacerse el héroe y si te entran pensamientos raros en la cabeza tomarse un par de pastillas para dormir, esperar diez años meditándolo, darse un baño de agua fría o dedicarse a leer un recetario de pizzas.
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